domingo, 19 de marzo de 2017

Cambio de rumbo. Duodécima parte y final.


Relato enviado por colaboración de David Tsuno.


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Cambio de rumbo. Cuarta parte.

Cambio de rumbo. Quinta parte.

Cambio de rumbo SEXTAPARTE

DUODÉCIMA PARTE

Como si yo no estuviera allí, continuaron con su intercambio de caricias. Me quedé helado, no me podía mover. De pronto noté como desde atrás me acariciaban la cabeza como a una mascota. Sin dudarlo, supe que se trataba de Lucía, que sacaba a relucir su perversa sonrisa. Y delante de mí, arrodillado, pude contemplar las embestidas que poco a poco le iba propiciando la desconocida a Claudia con el vibrador que le regale...cadenciosas, intensas, penetrándola fuertemente e intensificando el ritmo de sus gemidos y suspiros. Cada vez más rápido.

Mi pene, desconectado de la mente, parecía querer explotar. Palpitaba, chocando en su jaula de plástico, produciéndome también una molestia por los constantes tirones a mis genitales. No podía escapar. Instintivamente me rendí y dejé caer el ramo de flores a mi lado. No podía apartar la vista del espectáculo que tenía ante mí. La escena era de una sensualidad extrema, de cuervas infinitas, de facciones juveniles casi perfectas.

La extraña “follamiga” de mi novia era preciosa. Sus senos estaban bien proporcionados, eran grandes y lozanos. Su pelo rojo cobrizo caía en ondas, mezclándose con el negro azabache de Claudia, a cada beso con lengua que se daban. Inmersas en su pasión, babeaban, hacían chasquear sus lenguas, y cerraban con un sonoro beso cada encuentro de sus labios. La extraña llevaba la voz cantante, poseía a mi pareja, que tumbada y con las piernas abiertas la invitaba a su lugar más secreto, totalmente cómoda y convencida. No sé si realmente estaban tan extasiadas en su intercambio sexual como para no percatarse de nuestra presencia, pero todo apunta a que simplemente no se molestaron por ello.

Pronto la caricia en mi pelo cesó y noté un tirón de cabellera nada suave que me hizo doblegarme y ponerme en movimiento hacia fuera de la habitación. Sorprendentemente me vi avanzando a cuatro patas, sin quejarme, hacia el comedor, mientras Lucía cerraba la habitación y me hacía el gesto de silencio con uno de sus dedos. A continuación, se sentó en el sofá, me indicó que me acercará, y con un gesto casi maternal, tomó mi cabeza con las dos manos, mirándome a los ojos directamente mientras notaba como yo quería dejar escapar unas lágrimas.

  • Shhh, vamos, nene, no te hagas el tonto. Sabías que esto tenía que pasar un día u otro. Claudia se merece follar como dios manda de vez en cuando.
  • Pero...tú me dijiste...
  • Te dije que iba a presentarle nuevos amigos...y amigas. Claudita está en la flor de la vida, y es un acierto que vaya descubriendo lo que le gusta. Por ahora lo estás haciendo bien, vas por el camino de convertirte en el novio que toda Mujer necesita, cariño.

No sabía que decir, ¿qué más podía pasar?

  • Sabes que todo tenía que cambiar. Cuando llegó el momento de adaptarte o marcharte elegiste quedarte, y a pesar de todo no lo estás haciendo mal. No pienses, concéntrate en servir. Para eso estáis hechos. Deja lo demás en nuestras manos...

>> Concéntrate en servir << La frase daba vueltas en mi cabeza. ¿Debía realmente evitar pensar y simplemente dejarme llevar por aquella vorágine?

  • Debes aceptar el paquete completo y convertirte en nuestro perrito y criado. Hay Mujeres que dicen que los machos no valéis para nada, pero yo sé que eso no es verdad. Todo depende de que haya una Mujer cerca para ataros en corto y amaestraos. En estas semanas, te has portado bien, parece que no se te da mal la limpieza y estás progresando mucho en tu sumisión.

¿Por qué me sentía tan orgulloso escuchando aquellas palabras que meses antes me hubieran parecido simples locuras? No podía remediarlo, ¿estaría descubriendo el sumiso que tenía dentro? Y sin embargo, ¿y los celos? Si ya había aceptado que Claudia y Lucía me dominaran, servirlas y dejarme tratar como un gusano, sin poder ni siquiera eyacular, ¿podría también llegar a aceptar lo que estaba ocurriendo al otro lado de la puerta?

  • Vamos, puedes preguntarme lo que quieras.
  • ¿Es...es Claudia lesbiana? - dije casi balbuceando
  • ¿Eso te preocupa? No, no es lesbiana – dijo con una sonrisa – Seguramente bisexual, como cualquier chica con las cosas claras...No te debes de preocupar por eso, deberías de estar feliz por poder complacer a tu chica en todas las formas posibles excepto en el sexo. ¿Qué importa que Ella se tire a uno o a otro de vez en cuando? ¿No estás tú a su lado para cuidarla y amarla?


Pasaron un par de días. No paraba de darle vueltas en la cabeza a lo que me había dicho Lucía. Era increíble el poder de convencimiento que tenía esta chica. Me acordaré perfectamente de la charla que tuve con Claudia aquel día, porque fue la ocasión en la que renuncié definitivamente a mi antiguo puesto de “novio” para pasar a ser un felpudo sumiso a sus pies. Aquel día, en el salón de su piso tomé la decisión que me ha llevado a este momento. Ella saldría todos los fines de semana, tendría total libertad sexual para estar tanto con chicos como con chicas, y yo debería de sentirme afortunado a partir de ese momento con poder servirlas (tanto a Ella como a sus compañeras) mientras Ellas me lo permitieran. Me miró altiva desde sus taconazos de fiesta, vestida con una lencería oscura de ribetes negros que nunca había visto, despampanante. No dudé en obedecerla y me tiré a sus pies besando sus dedos sobresalientes. De pronto sonó el timbre de abajo, su invitado llegaba. Claudia se giró y me señaló el armario de su cuarto. Fue en aquel momento cuando supe que aquel sería mi sitio para siempre.

FIN

 

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