jueves, 4 de enero de 2018

Autobiografía. HISTORIA REAL – VIVIDA EN PRIMERA PERSONA.

  Autobiografía. HISTORIA REAL – VIVIDA EN PRIMERA PERSONA.

Memorias y forja de un cornudo: Capítulo I. Pubertad y adolescencia (I)

Primeras vivencias y despertar al erotismo.
Cuando en junio leí el “testimonio de K.” de 3 de junio de 2017 en el blog de “control de castidad”
me sentí plenamente reflejado e identificado, casi podía haberlo escrito yo mismo, como si alguien
telepáticamente pudiera leer mi mente y las incontrolables pulsiones masturbatorias que siempre me han dominado, esa experiencia era el reflejo de mi propia vida definido y relatado por un desconocido. Tuve que leerlo varias veces, casi no lo creía. Incluso mi nombre empieza por “K” (kino).
Al rememorar mi pasado afloran todos los recuerdos y se agolpan en mi mente uno tras otro
incidentes, sumisiones, sometimientos, castigos, correctivos, Am@s... que ya tenía más que olvidados y formateados de mi disco duro neuronal... pero uno me conduce al siguiente... y éste al siguiente...
reviviendo nítidamente situación tras situación...
Para entender la coyuntura actual en su completa dimensión y perspectiva, es imprescindible
comprender la compleja relación que he mantenido con los machos alfa que siempre han estado
presentes dominando toda mi vida (y la de mi mujer) hasta fraguar en el sumiso casto que ahora soy...pero, hay que comenzar por el principio...
De niño y adolescente siempre estuve en prestigiosos y estrictos colegios religiosos privados, con una
moral decimonónica y victoriana de educación severa, era una disciplina férrea. Muy selectivos en la
admisión del alumnado, un caldo de cultivo para auténticos machos alfa que, en un futuro próximo,
estarán en la cúspide de la pirámide social.
Entre los 11 y 12 años, de forma natural, empecé a tocarme el pene sin parar, casi sin saber qué hacia y por qué lo hacía, solo sentía que debía hacerlo y me compensaba, me era placentero... desconocía que un pequeño pene pudiera proporcionar tanto gustito...
Deseaba vehementemente cada jornada que llegara la hora de irme a la cama por la noche, para volver a repetir esa sensación una, dos, tres veces, aquello que tanto placer me reportaba... que no sabía definir qué era, sobre lo que nadie me había advertido ni explicado nada. Era un niño autodidacta e incondicional esclavo de la paja.

No comprendía por qué se ponía dura, ni qué sentido tenía, solo que me gustaba.
Vivir esta experiencia teniendo tan poca edad me asustó, agradó, motivó y sorprendió a la vez,
teniendo problemas de conciencia, me torturaba el sentimiento de culpabilidad, me sentía un sucio
puerco, pero al día siguiente esperaba impaciente la noche, me sentía nuevamente empujado a las
solitarias caricias hasta repetir reiteradas eyaculaciones.
Ya de niño presentaba un pitito anormalmente reducido (de adulto me mide unos 4 cm. o tres si se
arruga) junto con unas bolillas siempre escondidas, retraídas hacia el interior, estas características
físicas generales con 11, 12, 13 años configuraban una personalidad introvertida y tímida restringiendo mis relaciones sociales y escolares, era muy reservado... mi escasa estatura la aderezaba con un carácter apocado, timorato, sin cualidades físicas, ya que era de los menos desarrollados e inmaduros para mi edad, con aspecto muy aniñado, ultramimado, consentido y superprotegido por mis padres y hermanas... tampoco tuve ningún vello púbico hasta una edad muy tardía... todas estas circunstancias presagiaban lo que indefectiblemente habría de suceder.

A los 12 años, repentinamente mi familia, pudiente y desahogada económicamente, fue destinada por motivos laborales a otra provincia, siendo matriculado en un nuevo colegio religioso. Ese hecho mediatizó el resto de mi existencia y me puso en contacto directo por vez primera con los machos alfa. Hasta ese momento era muy inocente, ingenuo, no sabía nada de sexo (exceptuando mis pajas)
En esta época, a causa de mi timidez, solo deseaba ser invisible para que mis compañeros no repararan en mí, que no se percataran de mi presencia, pero mi natural huidizo y cobarde a esa temprana edad, no les pasó desapercibido.
Para eso los niños tienen un sexto sentido.
Mi calvario como sumiso tuvo como punto de inflexión el instante en que en la clase descubrieron,
cuando yo contaba con 12 años, mis ínfimos, irrisorios y nada dotados genitales durante un cambio de ropa para la clase de educación física, al quedar descubierto y desprotegido mi pequeño sexo de
cualquier tipo de prenda y, aunque traté por todos los medios de esconderlo y ocultarlo, algunos
alumnos del grupo repararon en lo minúsculo de mi pene, inopinadamente sentí como un compañero
con gran rapidez y agilidad me agarraba y bloqueaba los brazos por detrás y me giraba hacia el resto
de los compañeros teniendo todos los chavales la ocasión de reírse a gusto y apreciar con gran regocijo por su parte, la escasez y falta de generosidad con la que la naturaleza me había obsequiado a la hora del reparto de penes y con unos huevillos siempre retraídos, pareciendo completamente que no tuviera bolitas como veis en la foto (con el paso de los días llegarían a observarlo con todo lujo de detalles).
Los chascarrillos empezaron casi instantáneamente (como yo suponía que ocurriría...)
...rápidamente fuí a mi pesar, el centro y diana de las bromas de todo tipo que siempre acababan con
algún tipo de sometimiento, o la típica, irrisoria y cómica referencia al minipito... para
entretenimiento y burla del resto del aula, me había convertido súbitamente en el pasatiempo que
amenizaba las veladas escolares, cotidianamente tediosas... les alegraba las clases de ciencias,
sociales o mates a los alumnos... todos los comentarios jocosos se dirigían al mismo sitio, mi falito era garantía de disfrute y diversión para todos (menos para mí, evidentemente).
Los machos alfa ya se encargaron de empezar a someterme y dominarme en aquella época ante quien
estuviera presente... el castigar, “airear” mis huevitos bajándome los pantalones entre varios, o jugar
con mi pequeñita verguíta en cualquier estancia del cole por parte del compañero de turno, se convirtió en el entretenimiento y distracción mas eficaz contra el aburrimiento, ya fuera en clase, en el pasillo, en el recreo, en la calle...

Tengo que aclarar que ya 12 años los machos alfa eran auténticos machotes, viriles, sometedores,
decididos... y más ante un micropene como yo... era el objetivo propiciatorio de todas las bromas.
Conforme cogían confianza notaban que cada vez podían llegar poco mas lejos en su dominación, sin
que existiera respuesta ni oposición alguna por mi parte, ya que sabían que yo era un pusilánime
miedica que solo deseaba pasar desapercibido, que solo quería escabullirme, ya en aquella época tenía tendencias a ser un “consentidor” con tal de huir de problemas. Realmente ellos a tan temprana edad y antes que yo mismo, percibieron el sumiso (y cornudo múltiple que luego sería) que había en mí , aunque yo no sabía qué me pasaba y cual era mi realidad ellos ya lo habían detectado, habían
comprendido e interpretado perfectamente la situación de forma intuitiva mucho antes que yo mismo.
Como ejemplo, en aquella época, una de las prácticas mas habituales que desataba el jolgorio y carcajada general, era tirarme en el suelo boca arriba sentándose uno sobre mi pecho cara a mí,
trabándome mis brazos con sus piernas, así quedababan completamente bloqueadas mis extremidades superiores y “cazado” pero libre de ombligo para abajo. Así quedaba completamente inmovilizada la parte superior de mi cuerpo (a esta práctica la llamaron “la tenaza”). Una vez indefenso y preso con los brazos bloqueados y la espalda pegada sin remisión al cemento del patio de recreo o sobre el parqué del gimnasio, en el propio aula o en el sucísimo suelo de los retretes... ya podían disponer libremente sin prisas y relajadamente de la divertida mascota de la clase sin agobios, tenían todo el
tiempo del mundo para bajarme tranquilamente los pantalones y slip hasta los tobillos en cualquier
dependencia del Centro a plena luz del día... ya que me encontraba a su completa disposición, inerme,
inmovilizado y trabado. Debatirse por zafarse o resistirme era empresa inútil y estúpida, ya que
producía el efecto contrario al provocar mas hilaridad a los asistentes dada mi escasa fuerza y al estar
desnudo desde la cintura hasta los tobillos, moviéndose mi pequeño miembro arrítmica y
descompasadamente para arriba y para abajo ante quien pasara por allí al intentar escapar
infructuosamente de la trampa en la que me hallaba... lo cual hacía que repararan más en mí y en mi
ridícula situación (e ínfimos genitales).
Restringido de movimientos completamente en la parte superior y desnudo de ombligo para abajo, yo pataleaba histéricamente intentando zafarme, los saltos que daba, el único fruto que conseguían es que mi pequeño y descubierto pene adoptara posturas completamente groseras y grotescas en sus
convulsiones, circunstancia que hacía mas hilarante y disfrutable la situación, estallando los presentes
en sinceras y sonoras risotadas...
Al ser tan tímido y reservado, tan introvertido, me sentía ridículo hasta los límites mas insospechados, humillado y avergonzado, deseando que la tierra me tragara, sintiendo una infinita vergüenza y desapareciendo rápidamente para esconderme entre los recovecos de la escuela o encerrarme en los baños esperando la hora del regreso a casa.
Ahora viene lo mas complicado de entender. Tan extrema circunstancia, humillante y traumática, me
producía el efecto contrario cuando estaba a solas en mi casa.
Paradójicamente esta indecente situación que tanto y tan públicamente me ultrajaba y sometía, que tan
mal me hacía sentir, potenciaba ya a esa temprana edad y sobremanera mis compulsivas inclinaciones masturbatorias, ya que a pesar de lo extremo y público de la grotesca situación, al acostarme no se me iba de la cabeza sintiendo placer donde antes solo sentía vejación, humillación e impotencia, notando como se me endurecía y empezaba otra vez a pajearme... ¿como podía una misma situación generar
sentimientos tan encontrados y contrapuestos, dos sensaciones tan distintas?
¿cómo podía pasarme eso? Ni yo mismo lo entendía, pero al pensar ello era incapaz de no dirigir la
mano a mi sexo, tocaba mi pequeño miembro con mas constancia, brío y fuerza siendo mis
eyaculaciones las mas abundantes y gozosas que se puedan pensar.
Aunque no era consciente en ese momento, esa circunstancia selló mi pajillero destino.
(Fin de la primera parte - Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario