sábado, 23 de septiembre de 2017

Rebeca I

Cuando me desperté junto a Rebeca en la cama, a la mañana siguiente de haber contraído matrimonio, me di cuenta de la suerte que tenía de encontrarme y casarme con una diosa así. Yo era un friki de los videojuegos, sin más oficio ni beneficio, ella en cambio era una chica que había estudiado y tenía un buen empleo en el sector financiero. Ambos teníamos la misma altura y el mismo peso, pero mientras yo era flaco y carecía de músculo, ella tenía muchas curvas con un culo de muerte. A menudo soñaba que si alguna vez tenía que morir, que fuera bajo ese culo. Tenía un hermoso pelo de color avellana. Cualquiera que nos viera pensaría que ella estaba fuera de mi alcance. Nos conocíamos desde la infancia. Había salido con muchos cerdos en su pasado, mientras yo era más bien ese pagafantas, tipo "amiga" a la que siempre volvía para salir después de cortar con sus novios. Una noche de fiesta, medio borracho, vencí el miedo de perderla como amiga y me atreví a confesarle mi amor eterno por ella. Ella se asustó al principio, pero luego, al cabo de unos días, le fue gustando la idea, y creo que me vio como una colchón de seguridad. La cortejé con amor y afecto y siempre fue ella la primera en mi mente para todo. Ella se enamoró de mi calidez y mi humor, y aunque yo no fuera un Adonis, nunca la había herido y la amaba con todo mi corazón. Adoraba el suelo por el que caminaba y haría cualquier cosa por ella ahora, y ella lo sabía. Yo me sentí muy feliz cuando me pidió que nos casáramos. No tuvimos sexo completo hasta esa noche de nuestra luna de miel. Fue maravilloso y frustrante al mismo tiempo. Me corrí demasiado rápido. Quedamos en volver a intentarlo después de dos horas descanso, pero la gran presión de la ocasión hizo que mi pequeño pene se volviera blando cuando lo que tenía que hacer era ponerse duro. Frustrada, ella sacó su último regalo. Me hice una buena idea de lo que era cuando vi la caja.
-Quiero que lleves esto para mí -dijo Rebeca. -Sé que nunca me engañarías, pero es importante que establezcamos las reglas básicas de este matrimonio desde el principio. No quiero que te masturbes a mis espaldas. Quiero que la tengas dura solo para mí. Y quiero mostrarle al mundo que tengo un hombre que me ama lo suficiente como para aceptar tener su pene encerrado para mí. Quiero un hombre que no anteponga sus necesidades a las mías.
Me quedé tumbado en la cama aturdido y tembloroso mientras tomaba la jaula y procedía a colocarla. Cerró el cinturón con llave y mi destino quedó sellado. En ese momento, después de haber luchado inicialmente para tener el pene erecto con mi esposa por segunda vez, de repente me puse caliente otra vez. Inmediatamente quise mostrarle a Rebeca lo mucho que la amaba y comencé a besarle el cuello, a sus pechos, a sus muslos y antes de que fuera a besar su culo, ella balanceó su pierna alrededor y me tiró sobre su coño. "Muéstrale a tu esposa lo que sabes hacer con tu lengua ahora que tu pene está confinado." "Eso es, nene, lame a tu esposa... ¡Ohhh, qué agradable! ¡Sí, nene!" Ella jadeó. "Oh Dios, mis amigas tenían razón, esto es para mí. Quiero que me hagas esto cada vez que te lo pida. ¡No creo que tu pene pueda hacer esto por mí! ¡Ohhh! ¡Voy a correrme, ahora no te pares!" Le lamía cada vez más rápido en sus labios. Mi boca no iba a parar hasta que ella llegara al nirvana. "¡Siiiii!", gritó ella vestida con su ropa interior nupcial cuando finalmente se corrió en nuestra noche de bodas. Dormimos después de eso, ella mejor que yo, pues la jaula me despertó varias veces durante la noche. Rebeca estaba radiante a la mañana siguiente de nuestra boda, paseando por la suite de la luna de miel en su lencería de seda blanca. Mi pene se sentía apretado en su restricción e incapaz de conseguir ponerse completamente erecto. "Mañana, cariño... Quiero que descanses. ¿Cómo está tu nenito esta mañana?", preguntó mientras agarraba y cogía la jaula de mi pene y las bolas en una mano. "¿A qué te resulta más difícil acostumbrarte, a la jaula o al anillo en el dedo?" "Ambos se sienten muy extraños, me encanta el anillo, pero la jaula no tanto", le respondí. Rebeca de repente hizo una mueca, "Se supone que amas a tu esposa incondicionalmente y quieres demostrarlo al mundo". De repente sentí que estaba proclamando al mundo mi amor eterno a mi esposa llevando puesta la jaula. Empecé a besarla sin dilación, ella solo llevaba sus bragas de seda y el sujetador. Mi polla se tensó contra la jaula pero eso solo alimentó mi libido. Pronto estuve encargándome del hermoso culo de mi esposa y regándolo con besos a través de la seda. Rebeca se quedó allí quieta, leyendo los mensajes del móvil, y cuando intenté subir con mis besos por su cuerpo, ella bajó la mano y empujó mi cabeza para que  continuara besándola allí abajo.
"¡Ohhh, eso es nene!... Adora el culo de tu esposa. ¿No crees que mi culo merece ser adorado todos los días?"
Murmuré una respuesta afirmativa. "¿Es este culo tu jefe en este matrimonio?", bromeó. Nuevamente di una respuesta afirmativa. "¿Siempre adorarás este culo sin que importen las razones?" "Siempre lo haré", le respondí. Pude ver que tenía una sonrisa enorme en sus pómulos, y enseguida volví a besar sus otras mejillas. Rebeca me detuvo y dijo que quería darse un baño de burbujas en el jacuzzi. Era apto para dos, y fue uno de los momentos más eróticos de mi vida. Una vez que ella se corrió, me hizo vestirla lentamente. Yo me puse de rodillas de nuevo, y se dio la vuelta y se estuvo frotando el culo por toda mi cara.....mañana continua

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