SEÑORA:
Ya tenía a las dos como quería. Mi idea se iba
convirtiendo en realidad, y mamá, mi mamá, me ayudó recordándome lo que
le había dicho de ir allí a hacer la limpieza. Me pareció estupendo que
andrea sirviera también en otra casa, porque así se iba metiendo más en
su papel de criada. Además, la grabaría también algún día. Podía hacer
una película de andrea sirviendo en varias casas y a distintas personas,
lo que dificultaría cualquier explicación sobre gustos sexuales. No
habría nada sexual, que parece que lo puede justificar casi todo, sino
llana y simplemente un hombre sumiso al que feminizan y le hagan
trabajar como sirvienta. Ya iba teniendo una buena colección de vídeos
que algún día se los haría ver todos juntos, para que tuviera claro que
era mucho mejor seguir así.
Cuando a mamá le dije que también
tendría una cocinera si quería, se mostró encantada. Virtudes y ella no
se llevaban especialmente bien y casi dio un grito de alegría al saber
que la tendría en casa como sirvienta y cocinera.
ANDREA:
La
rutina era muy sencilla, era muy fácil para cualquiera. De puertas para
fuera, mi señora y yo habíamos roto pero compartíamos piso, que no
cama. En casa, yo vivía en permanente castidad dedicado en cuerpo y alma
a servir a mi señora permanentemente. Mi madre se acostumbró pronto,
ella no tenía todo su tiempo para la Señora. No cobraba, pero le servía
de entretenimiento. Hacía la compra, la comida, y me esperaba. cuando
llegaba yo, me desnudaba, me ponía un sujetador, unas medias, la
combinación y el uniforme. Todo grabado con una cámara las primeras
veces. Luego se iba. Yo me quedaba allí a servir hasta el día siguiente,
cuando me iba a trabajar, después de haber atendido a mi señora.
El
primer día que fuimos a casa de mi exsuegra fue terrible, sobre todo
para mí. Llegamos mamá vestida con su uniforme azul, y yo con él en una
bolsa. A mamá la hicieron pasar a un cuarto donde me iba a cambiar, y a
mí me pasaron al salón. Estaban la madre y las dos hermanas.
-¿qué tal por el insti?
¿Cómo se podía mantener una conversación normal, trivial, es esa situación?
-Bien, normal, como siempre.
Yo
estaba allí, con ellas, como otras veces, pero todo el mundo sabía que
dentro de un momento mamá me desnudaría y me vestiría de sirvienta para
ellas.
-¿No te han dicho nada de ese pañuelo tan mono que llevas como una chica? me dijo maría, una de las hermanas.
-Sí, bueno, alguna broma, pero yo decía que es una apuesta.
Marta, a la que sabía que nunca le había caído muy bien, se puso seria.
-Creí que estabas mejor educada, Andrea. No nos llamas Señoras, como cuando le pedías el vestido a mamá.
-Perdone, Señora.
-Así,
mejor. Y no me gusta que mientas. Cuando te pregunten por el pañuelo,
tienes que decir que te lo ha dado tu señora, y que te lo pones en señal
de... deberías decir sumisión, pero puedes decir... en señal de amor,
jajajajaja. ¡Virtudes!
Enseguida llegó virtudes, ya con su uniforme azul.
-Si permiten las señoras... tengo que cambiar a Andrea.
-sí, virtudes. Pero hoy lo vas a hacer aquí. Tenemos cierta curiosidad.
Mamá empezó de inmediato a desnudarme. La americana y la camisa, quedando en sujetador.
-Mira, si trae puesto el sujetador que le di. ¿Te queda bien, verdad, andrea?
-Sí, señora.
Mamá
me desabrochó los pantalones y me los bajó, dejando a la vista bragas y
medias, me hizo sentar en una silla y me descalzó y me quitó los
pantalones. Me hizo levantar de nuevo. No sé qué era peor, si verme así,
o que fuera mi madre la que me desnudaba delante de las otras mujeres.
-a ver el aparato.
Fui a bajarme las bragas, pero mamá me dio un manotazo en mis manos, apartándolas. ella me bajó las bragas a medio muslo.
-Acércate, andrea.
Una y otra lo miraron, sin tocarme. Era mamá la que levantaba mi picha para que lo vieran bien.
-Ya está visto, gracias, virtudes.
Me subió las bragas. Cogió la combinación y me la metió por la cabeza. Luego los brazos, y la dejó caer.
Hizo lo mismo con el vestido del uniforme. Me colocó bien la falda y me lo abotonó.
-Inclina la cabeza.
Me puso la cofia, y el delantal.
Me colocó frente a las tres señoras, y ella se puso a mi lado.
-Las señoras dirán -dijo.
-tú
vete a la cocina, que ahora voy a decirte qué queremos y a hablar de
los menús. Y tú, empieza por los cuartos de baño, los queremos bien
limpios, a fondo.
Y así nos pusimos a servir también en casa
de la madre de mi señora. Después, normalmente, entraríamos directamente
al cuarto donde mamá se cambiaba y me cambiaba a mí. Luego ella se iba a
la cocina y yo a limpiar, todo el piso cada día, y algo a fondo, según
el tiempo.
Después mamá se iba a su casa y yo a servir a mi
señora en la suya. Los fines de semana o las fiestas, mamá podía ir a
preparar algo o no, según los deseos de mi señora, o si iba a comer o
cenar en casa o no. Yo los pasaba trabajando en la casa. Limpiando todo a
fondo, por ejemplo, los armarios de la cocina los limpiaba cada
domingo, los cristales de toda la casa lo mismo, los suelos esos días de
rodillas. O hacía la colada, lavaba la ropa delicada a mano, tendía,
recogía, planchaba...
Y las semanas iban pasando, yo siempre
en castidad menos algunas pequeñas poluciones nocturnas, y algún día en
que ella me permitía tener un pequeño orgasmo con la jaula puesta y un
consolador en el culo.
Y hasta yo me sorprendí cuando fui
notando que deseaba servir a mi señora y que quería tenerla contenta.
cuando me permitía tener un orgasmo arruinado, para mí era como un
momento íntimo en el que casi hacíamos el amor.
SEÑORA.
El
siguiente paso era, por supuesto, recuperar mi casa para mí. Tener una
criada interna es muy cómodo, pero también puede llegar a ser pesado,
sobre todo cuando una quiere independencia, y esa criada no es ni de
lejos tu pareja. En algún momento eché de menos a un hombre de verdad,
mi pareja, mi novio, al que someter y tener en castidad, feminizado y de
criada, y de vez en cuando tenerlo también como tu hombre. Pero cuando
veía a Andrea fregando de rodillas el piso de la cocina, sabía que no
podría compaginar las dos cosas. A estas ya las tenía a mis pies. Ahora
podría usarlas como quisiera, incluso echándolas de casa cuando
estorbaran. Como siempre, tenía algo de miedo a perder ese chollito, esa
criada entregada y gratis, pero cuando vi su respuesta el primer día,
supe que íbamos bien. A andrea le dolió saber que yo me interesaba por
otros hombres. Casi se me escapa una carcajada al ver su cara. ¿De donde
habría sacado que yo podía tener algún interés por él como hombre?
Humillada y entregada, tampoco iba a dejar pasar la ocasión de grabarlo
para lo que hiciera falta.
Ya
salía corriendo del instituto para llegar a casa y que mamá me
vistiera. Luego esperaba ansioso a que llegara mi señora para servirla
como ella merecía. Me gustaba estar con ella en casa, atenderla, oír su
voz. Desde el principio ella obvió por completo cualquier contacto, no
me ordenó nunca acariciarla o hacerle nada que pudiera ser sexual. Como
mucho, a veces me ordenaba darle masajes a los pies, pero solo con las
manos, aunque yo me los hubiera comido. Pero no dejaba de pensar que yo
era el único hombre en su vida, que algo sentiría por mí, y que en algún
momento todo eso pasaría como una pesadilla y volveríamos a...
En esa situación, fue muy duro para mí oírle decir un día:
-Hoy,
después de servir en casa de mamá, te vas con virtudes a su casa. Ya le
he dicho a ella que aproveche para que le hagas una limpieza como tú
sabes. Obedécela como si fuera yo. Te quedas allí a dormir y mañana
vuelves aquí como siempre, después del instituto.
No me dio
ninguna explicación, por supuesto, pero supuse que no quería que
estuviera yo allí porque tendría alguna visita. y me dolió, porque
aunque fuera como criada, me gustaba ser el hombre, o la chica, de ella.
Mamá
me sorprendió ese día, porque en cuanto llegamos a casa, me vistió de
criada y me hizo trabajar sin parar hasta la hora de acostarnos. Y para
esto, me dio un viejo camisón suyo. por la mañana hube de servirla como a
mi señora.
Y cuando llegué a casa después del instituto, tuve
que recoger los restos de la cena de la noche anterior, una cena para
dos, cambiar las sábanas de la cama, muy revueltas, y tirar un par de
envoltorios de condones. Ese día, mamá se quedó hasta después de comer.
Cuando ya estuvo todo recogido, la señora me ordenó ponerme de rodillas en mitad del salón.
-Como
habrás supuesto, anoche estuve acompañada. No quería que estuvieras
aquí porque no estoy segura de que mi amigo lo entendiera, pero quiero
que participes también en la fiesta. A lo mejor tienes uno de esos
orgasmos tuyos. Virtudes te va a dar de comer, mientras tú le acaricias,
en señal de agradecimiento, su culo por encima y por debajo del
uniforme. ¡Virtuditas, ya puedes venir!
La señora cogió su
cámara y mamá apareció con un plato en las manos. en el plato había dos
condones usados, con el semen dentro, y un nudo en cada uno. Sin decir
una palabra, dejó el plato en el suelo, delante de mí, cogió uno de los
condones y lo desató. Yo alargué las manos hasta tocar su culo y empezar
a acariciarlo sobre la falda del uniforme. Mamá me levantó la cabeza,
abrí la boca, y me vació el condón en ella. Me dio mucho asco tragarme
la leche de otro, de otro que además había follado con mi señora, y eso
me daba más pena que el asco. pero metí las manos bajo el uniforme de
mamá y acaricié sus bragas. ella paró un momento, como dudando si
dejarme o no, pero al final no dijo nada Dio con mucho cuidado la
vuelta al condón y lo chupé hasta que no quedó nada. Todo lo grababa muy
de cerca mi señora, incluidas mis manos levantando el uniforme de mamá
hasta verse las bragas, que bajé con delicadeza para acariciar su culo
como me había ordenado.
Repetimos todo con el otro condón.
Al
final me dejó los dos en la boca para saborearlos toda la tarde. Mamá
se fue, y no volvimos a hablar del tema, pero la señora ya tenía otra
película, por si se me habían olvidado las anteriores.
SEÑORA:
No
es que a esas alturas me hiciera ninguna falta, pero a veces veía algo
en internet que me sorprendía, que me asombraba, y me daban ideas para
divertirme y grabar más cosas para mi colección.
Solo dos días después, me encontré a mamá con el uniforme negro de raso. a mí me vistió de la misma manera.
-No hagas la habitación de la señora, me dijo.
No
la hice, y estuve nervioso todo el tiempo, mientras servía a mi señora y
recogía después, todo con mamá esperando en mi cuarto.
Al terminar, nos llevó a los dos a su habitación y nos hizo colocar cada uno a un lado de la cama.
-se
me ha ocurrido otra función que os va a encantar. Como me gusta ver tu
cara de sorpresa, andrea, no te voy a contar todo. Sólo tienes que saber
que eres una sirvienta dócil, sumisa y un poco putona. Acción.
Ella
nos grababa desde el fondo del cuarto. Mamá y yo estirábamos las
sábanas por los dos lados. Al colocar la sábana de encima e inclinarnos
las dos hacia el centro, mamá me agarró de una mano y tiró de ella hasta
que nuestras cabezas estaban casi juntas. Juntó su boca a la mía y me
dio un largo beso, metiéndome su lengua hasta donde pudo. Quise
colaborar como me habían dicho y fui a subirme a la cama para acercarme,
pero mamá me empujó. Seguimos haciendo la cama. Mamá me mandaba
besitos, y yo a ella hacía lo mismo. Al colocar el edredón se repitió lo
de antes. pero ahora no me apartó. Los dos de rodillas encima de la
cama nos besábamos y abrazábamos como dos amantes que hiciera tiempo que
no se veían. cuando estábamos pegados, sentí un bulto extraño en su
vientre. Mamá me quitó la cofia, y de un manotazo impidió que yo le
quitara la suya Me quitó el delantal, y sin despegar los labios,
abrazándome me fue soltando varios de los botones que tenía a la
espalda. Y de nuevo yo quise hacer lo mismo, pero me lo impidió. Le
manoseaba las tetas, el culo, ella tiró de mi uniforme hacia arriba,
dejándome en combinación.
Ya estábamos tirados sobre la cama,
abrazándonos, cruzando las piernas, hasta que ella me colocó boca
arriba, me quitó las bragas, y se sentó a horcajadas sobre mí. Por
entonces yo estaba muy excitado y me daba igual quién estuviera sobre
mí. Solo quería que me quitaran el aparato y terminar.
pero
mamá en ese momento pareció parar y retirarse, pero la sujeté contra mí.
Y le bajé las bragas lo que podía en aquella posición. Entonces
apareció una enorme polla sujeta con un arnés. Yo no iba a follar a
nadie. Iba a ser follada. Me quedé parada, sorprendida, mirando aquello,
que mamá llevó a mi boca, sujetando mi cabeza. puse mis manos en el
culo de mamá, y lo atraje para que fuera más fácil. A lo mejor eso era
todo, chupar su polla.
Volvimos a abrazarnos tiradas en la
cama. Nos dimos la vuelta, me quedé encima y le agarré las tetas, las
tetas de mamá, por encima del uniforme que no se había quitado. Bajé
hasta poder llevarme de nuevo aquella polla enorme a mi boca, mientras
mis dedos buscaban su coño y su clítoris.
Virtudes me apartó,
me puso debajo, se corrió hacia atrás y se quedó entre mis piernas. Me
subió una de ellas y agarró mi mano para que la sujetara arriba.
Volví
a subir la pierna, a agarrarla con la mano, a abrirme bien el culo, y
mamá colocó su picha en el sitio justo. fue entrando poco a poco,
entraba y salía, cada vez un poco más adentro. Sabía que me iba a
correr, aunque fuera de aquella manera. Dejé las piernas arriba y con
mis manos empujaba el culo de mamá, más y más. Y follábamos, madre e
hijo, como si ella fuera el hombre y yo la mujer, mirándonos a la cara, y
gimiendo. Ella se excitaba con el roce, gemía como yo, y de pronto dio
un grito y se me clavó hasta el fondo, quedándose allí inmóvil. Hasta
que me dijo, bien alto y claro:
-¿No quieres que te folle como a una perrita?
-sí, sí, Señora.
Se
salió, me ayudó a darme la vuelta, dejé el culo en pompa, y en un
instante, lo tenía otra vez todo dentro. Hasta que dio otro grito, más
prolongado. Volvió a salirse dejándome otra vez en puertas de un
orgasmo, aunque fuera arruinado.
Se puso de pie, de recolocó
el uniforme, y tiró de mí. Me puso las bragas, el uniforme, el delantal,
la cofia, se fue al otro lado de la cama y volvimos a empezar a
hacerla, para terminarla. Ella salió y yo me quedé acabando de recoger
la ropa de la señora, doblarla, colocarla, coger lo que había que
lavar... todo lo normal, excepto que mamá me había follado el culo por
delante y por detrás, y todo había sido grabado.
La señora nos llamó a las dos al salón.
-Me
ha encantado. Un día de estos os pondréis aquí de rodillas y os
enseñaré todas las pelis que me habéis proporcionado, las que os hacen
mis más fieles sirvientas. Pero, os repito, lo de hoy me ha encantado.
Virtudes, como premio, no tendrás que ir por la calle con el uniforme
puesto. Lo llevarás siempre en la bolsa, cuidadosamente doblado para que
no se arrugue.
-Gracias, Señora.
-Y también tengo
un premio para ti, bonita. Dos, para que elijas uno. Podrás ir por la
calle y al instituto sin el pañuelo. Ese es uno. El otro es que te
quitaré la jaula y te dejaré tener un orgasmo tocándote yo. Y tienes que
elegir ahora. ¿Qué premio prefieres?
No lo dudé. Ya estaba acostumbrado a llevar el pañuelo. Y que me tocara ella, eso era casi un sueño.
-el orgasmo, Señora.
-Estaba
segura. Muy bien. Virtudes, ve a por el estuche que te di antes. Y tú,
atenta, porque si no cumples bien, pararemos en cualquier momento.
Mirando siempre a la cámara, te quitarás las bragas y te acercarás para
que te quite la jaula. La sustituiremos por un lazo. Hoy te lo pondré
yo. Volverás a tu sitio. Te inclinarás hasta enseñarnos bien el culo, en
el que te darás crema. Te pondrás el consolador, bien dentro, y lo
pondrás en marcha. Luego te pondrás de rodillas, con las piernas
abiertas, el uniforme subido, el consolador contra el suelo. Como hoy te
voy a tocar yo, pondrás las manos atrás. Entonces te tocaré. Tendrás tu
orgasmo. Entonces pondrás tus manos bajo tu pito para que quite el
lazo. Saldrá algo de leche que te llevarás a la boca. Con eso bien
limpio, esperarás de pie, con la ropa levantada, a que tu cosita vuelva a
su tamaño natural, y volverás aquí a que te ponga de nuevo la jaula.
en el estuche estaba el consolador, el lazo de raso, y unos guantes de latex, que se puso mi señora con una enorme sonrisa.
-No debes esperar nunca que te toque directamente.
Y
fui haciendo lo que me había dicho. apretó el lazo con todas sus
fuerzas en la base de mi pito. a pesar de ello, o por ello, mi pito
creció y creció mientras me ponía el consolador y lo ponía en marcha.
Virtudes permanecía a mi lado, seguro que también salía en la peli,
atenta a lo que hacía su hijo.
Cuando estuve de rodillas con
las manos atrás, la señora se fue acercando sin dejar de grabar, hasta
dejar la cámara bien cerca, apuntándome a mí. Luego se puso a un lado,
estiró el brazo y llevó sus dedos enguantados a mi boca, para
ensalivarlos bien, y empezó a acariciarme el descapullado prepucio muy
suavemente. Me imagino que en la peli sólo saldría yo, mientras una mano
cubierta de latex iba de mi boca a mi pito una y otra vez.
al
fin llegué a uno de esos orgasmos que conseguían sobre todo que me
muriera de ganas de seguir. Pero no siguió, claro. Esperó un poco,
mientras yo dejaba de temblar, y me soltó el lazo. recogí el poco semen
que salió y me limpié la mano en mi boca. ella había vuelto al sofá.
Esperé con uniforme y combinación levantadas, y cuando pude, me acerqué,
para ser de nuevo enjaulado.
-Vete al servicio. Quítate el
consolador, límpialo un poco con un trocito de papel, y acaba de
limpiarlo con la boca. Virtudes, ve con él para comprobar que lo hace
bien.
Cuando volvimos al salón, la señora tenía un par de blusas en la mano.
-Me
alegro, andrea, de que hayas preferido seguir mostrando en público tu
devoción por mí. Para que sea más evidente, vas a vestir desde hoy con
blusas de chica. Aquí tienes dos, como ves, no son muy llamativas. Esta
es casi igual que una camisa, pero de raso y con estos volantitos en los
puños y el cuello, y esta negra es casi como una camiseta, aunque
también de raso, y se abrocha con un botoncito atrás, ah, y lleva un
delicado bordado en la delantera. Hablaré con mamá, porque ella tiene
muchas, y seguro que algunas te las dará encantada. Las de mamá son
más... de mujer, ya sabes. Pero como no te importa... además, no me
gusta que vayas por ahí hablando de apuestas. Mañana mismo vas a ver a
Amalia, la profe que yo conozco más, y le preguntas que si le gustan la
blusa y el pañuelo que llevas porque yo te lo digo, porque eres, no se
te olvide decírselo, mi criada. Ya va siendo hora que los amigos sepan
por qué hemos roto, y por qué seguimos en el mismo piso: porque eres un
poco afeminado, te gusta ponerte ropa de mujer y hacer de criada y,
bueno, no era ese el novio que yo quería. Y si te parece mucho, piensa
en lo diferente que puede ser que se corra la voz de que te gusta ser
criada, a que se vean los vídeos. Ahora, pon la mesa para dos, que tengo
un invitado esta noche. Luego abres la cama, y deja un par de condones a
mano. Después de vas con virtudes esta noche. Y tú ya sabes,
virtuditas, que la niña no pierda las buenas costumbres en tu casa.
-¿Puedo pedirle un favor, Señora?
-Dime, Virtudes.
-Me gustaría llevarme hoy eso con lo que follé antes a la niña, para repetirlo en casa.
-¿Te lo has pasado bien, eh?
-Sí,
señora. Además, sigo enfadada con él porque por su culpa estamos así,
por usar mi ropa desde hace tanto tiempo, y quiero ponerle alguno de mis
camisones y follarlo con él en mi dormitorio.
-Perfecto. Llévatelo. Y grabas todo con el móvil, para que yo lo vea.
Aquel
fue el momento definitivo. Desde aquel día, dejé de pensar en cuando
terminaría, porque ya estaba convencido de que no terminaría nunca.
Había pasado a ser, literalmente, la criada de la señora, de su madre e
incluso de la mía. Una criada que, además, no estorbaba en su casa,
porque cada dos por tres me mandaba a casa de mamá para tener el piso
para ella.
En el insti, después de hablar con Amalia de
aquella manera, la voz se corrió como la pólvora. Afeminado, travesti,
marica... yo era de todo entre los profes, y a mi alrededor todo eran
bromas, hasta que se pasó la novedad. Entre el alumnado, yo era gay y
afeminado.
Y fuera del insti, no tenía vida propia. Era como
las criadas de antes, internas que vivían las 24 horas en la casa en la
que servían, a cualquier hora. No, peor que aquellas chicas, porque
solían tener alguna tarde libre, o algún domingo. Yo, no. Yo era la
esclava de mi señora 24 horas al día, los siete días de cada semana. Y
no siempre en su casa. Cada vez más a menudo, acababa sirviendo y
durmiendo en casa de mamá, porque la señora necesitaba su casa para ella
y yo, cuando no estaba fregando, lavando, planchando, limpiando...
estorbaba.
Cada vez pasaba más tiempo en casa de mamá, siempre
de criada o en camisón. Y mamá, que había vuelto a tener orgasmos
cuando pensaba que ya no eran para ella, no dejaba pasar una noche sin
su premio, algunas veces follándome con el arnés que le había regalado
la señora, pero casi siempre me llevaba a su cama cuando se acostaba y
yo la hacía correrse varias veces con la lengua. Luego me mandaba a
dormir a mi cuarto de toda la vida. Y era también allí donde la señora
me permitía tener mis pequeños orgasmos, alguna vez sin el aparato, pero
casi siempre con él.
Y estando tanto tiempo en aquella casa, tenía que suceder lo que sucedió.
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