sábado, 30 de septiembre de 2017

Infidelidad consentida. Capítulo 4.



Esperé en el dormitorio mientras ella se duchaba para su cita de esa noche, y luego me observó con entusiasmo cuando entró en el dormitorio y comenzó a aplicar su maquillaje. Su gruesa bata escondia su desnudez. "He estado pensando,..." dijo en general, mirándome a través del reflejo del espejo mientras se maquillaba.
 
-Creo que esta noche deberías ser tú el que le dieses la carta a Paco.
 
Mi corazón comenzó a latir fuerte. Abrí la boca para responder, pero ella continuó antes de que tuviera oportunidad.
 
-Puedes invitarlo y dejar que lo lea con comodidad. Cuanto antes se dé cuenta de lo patético que eres, más pronto podremos desarrollar nuestra relación de forma normal. Quiero que me vea como una persona libre sin compromisos. Quiero que hagas eso por mí, ¿entiendes?
 
Me encontré asintiendo con la cabeza. "¿Perdón?" Levantó una ceja. "Sí." "Sí, ¿qué?", ​​Sonaba irritable, aunque creo que era sólo un acto. -"Sí, le daré a Paco la carta en mano para que pueda leerla en nuestra casa" -me animé. "Buen chico," dijo con una voz condescendiente. "Hablas como si fueras un niño, mientras yo salgo con un hombre, y tú te quedarás en casa como un niño pequeño, te quiero en pijama cuando Paco llegue aquí para que estés listo para ir la cama, que por cierto será a las nueve". Sentí un sudor frío salir por todo mi cuerpo. Este es el tipo de fantasías de las que yo siempre le había hablado en la cama y ahora es ella la que lentamente me lleva a vivirlas. Obviamente ella conocía todas mis fantasías enfermizas y humillantes para poderlas usar contra mí ahora. ¿Estaba tratando de hacer las cosas que me fueran más fáciles de aceptar, al permitirme tener lo que siempre había fantaseado? ¿Era éste un último acto de bondad antes de cortar para siempre? ¿O es que ella realmente una sádica sin respeto hacia mí en absoluto?
Cerca de las siete de la tarde me senté en el borde del sofá, mirando por la ventana esperando con las manos sudorosas a que el coche metalizado de Paco llegara. Julia se sentó a mi lado, hojeando una revista, o al menos fingiendo. En secreto, creo que me estaba estudiando. Tal vez en el fondo ella pensó que no iba a hacerlo. Tal vez en el fondo ella quería que yo fuera un hombre. Que le dijera a Paco que su esposa no iba a salir con él nunca más. ¿Cómo se atreve a coger nuestro coche delante de nuestros vecinos para sacarte por la noche? ¡Cómo se atreve a pensar que puede humillarme así! Tal vez en el fondo esto es lo que ella quería. Que yo fuera un hombre... Un hombre al que pudiera respetar. Un hombre que pueda protegerla. Un hombre que pueda follarla. Si  era eso lo que ella 

quería de mí, debía de estar profundamente decepcionada mientras me estudiaba sentado con mi pijama azul, sosteniendo una carta en la que le pedía a otro hombre que la follara, la iba a entregar con mi consentimiento expreso. El ruido del coche metalizado cortó mis pensamientos. "Oh, por fin," Julia respiró.
 
-¡Bueno, ve a abrir! - ordenó. La miré con asombro. Ella levantó una ceja inquisitiva.
 
"¿Algún problema?" "No", gruñí. En ese momento pensaba tan lentamente como me incorporaba y me dirigía a la puerta principal. Le abrí la puerta en un estado de aturdimiento.
 
La mirada de sorpresa y asombro que barrió su rugosa cara permanecerá grabada en mi mente hasta el día que me muera. ¿Qué debía estar pasando por su mente?,  me preguntaba. Al ver al marido de la mujer que le estaba abriendo la puerta a las siete en punto con su pijama azul! "Ven, por favor", mi voz no sonaba como normalmente. Vaciló un momento. Tal vez pensó que estaba entrando en una trampa, que una vez dentro le atacaría.  "Hola, guapo", le llamó Julia desde la sala de estar.
 
Eso le relajó y pasó por delante de mí. Ella se levantó y le abrazó, dándole un largo beso cariñoso. Simplemente me quedé en la puerta con la cabeza inclinada. "Siéntate, bombón", le invitó. "Marcos tiene algo para ti." Ella me miró. Me adelanté y le di mi carta. La cogió, miró a Julia, que sonrió tranquilizándome, y luego se sentó y empezó a leer la cuidadosamente elaborada carta que había escrito antes. Una mirada de incredulidad se apoderó de él mientras leía mis palabras. De vez en cuando sus ojos me miraban. Mi polla empezó a hincharse, traté de detenerla, pero cuanto más probaba, más erecta se ponía, y en poco tiempo ya se notaba la erección. Cuando él volvió a mirarme, se dio cuenta. "¡Maldita sea! ¡Muy mal! ¡Ponte de cara a la pared!"
 
Me sorprendió su repentino estallido, pero rápidamente me giré hacia la pared. Parecía que él también se adaptaba rápidamente a su nuevo papel .
 
"¿Todo esto es real?", le preguntó a Julia.
 
"Sí," le reafirmó, y pude oírla besarlo.
 
-¿Por qué está vestido de pijama?
 
-Porque no es un hombre de verdad, y su nueva hora de acostarse es a las nueve. La hora de acostarse de un niño pequeño, mientras que los adultos estamos haciendo cosas de mayores", se rio.
 
¿Por qué estaba tan decidida a humillarme así? ¿Por qué estaba tan decidido a aceptar esto?
 
"No, no creo que eso sea correcto Julia", dijo. Mis oídos estaban atentos. Estaba objetando. Quizás esto era demasiado para él.
 
-¿De verdad? -preguntó Julia, perpleja.
 
-No. Las nueve no es la hora de acostarse de un niño pequeño. Es a las ocho. A partir de ahora esta será su nueva hora de acostarse.
 
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. No me gustó oír eso y menos de la forma en que se estaba metiendo Paco en esta extraña situación en la que se había visto envuelto.
 
Julia dijo: "¡Eres magistral!" Los oí besarse de nuevo.
 
-Puedes irte a la cama, Marcos. Los adultos necesitamos un poco de tiempo para hacer cosas de mayores. Te visitaré antes de salir.
 
Mi cara ardía por la humillación mientras caminaba lentamente hacia la habitación. Mi polla señalaba el camino.
 
-Y no aproveches para pajearte -ordenó Paco-. Le miré con asombro, al tiempo que veía como su mano abrazaba el pecho de Julia. ¡Se estaba convirtiendo en un bastardo! ¿Por qué eso me excitó tanto?
Estaba tumbado despierto en la cama; el sol aún iluminaba las cortinas de la habitación de invitados en la que yo estaba. Podía oír a los niños de los vecinos jugar en la calle. Se acostaban más tarde que yo, un adulto ya maduro. En la planta baja podía oír de vez en cuando las risas de Julia y cómo murmuraba hablando con Paco. Entonces la televisión se encendió y me di cuenta de que estaban viendo algo así como el "First Days" -un programa de citas- mientras yo estaba en la cama como si fuera su niño pequeño. Mi polla me dolía tanto que quería agarrarla y hacerme una paja, pero las palabras de Paco resonaron en mis oídos. "¡No quiero que te pajees!" Él no dijo nada de jugar con mis pezones. Así que conseguía un cierto placer de eso. Mi reloj de la mesita marcaba las 21.40 cuando la puerta del dormitorio se abrió y mi bonita esposa apareció en la puerta, con su cara resplandeciente de contenta. "Vamos a salir fuera ahora, quiero que seas un buen chico y te quedes en la cama. Vamos a cenar, es mejor que no nos topemos con alguien que conozcas. Sé que sería muy humillante para ti, si me preguntan dónde estás y les digo que estás en casa en la cama. Gemí, mi mano inadvertidamente se acercó por debajo de las sábanas a mi polla. La agarré y empecé a moverla lentamente. Julia se acercó y tiró de las sábanas.
 
-¿Qué demonios crees que estás haciendo? -exclamó. "¡Creo que Paco te ha dicho claramente que no quiere que te tocaras tu pequeño pene!" "Lo siento!" dije, apartando mi mano lejos de mi polla. Julia suspiró, sacudiendo la cabeza. "Creo que lo que sugirió Paco podría ser una buena idea después de todo." Mis ojos se clavaban en su hermoso rostro esperando que continuara con una cosa que nunca me decidí a pedirle -usar un cinturón de castidad-.
 
-¿Qué ha sugerido Paco?
 
Una sonrisa se extendió por su rostro y sus ojos brillaron con malicia.
-Paco dice que necesitas una niñera para cuando salgamos. 
-¿Una niñera? -exclamé. "No hablas en serio."
 
-Bueno, yo estaba en contra de la idea; le dije que eras un buen chico en quien se podía confiar. Pero ahora… Bueno, creo que aceptaré la idea de Paco." "Por favor, Julia, no..." comencé a suplicar. Esto era demasiado.
 
"Ssshh, vamos a salir ahora, quiero que seas un buen chico y hablaremos con Paco sobre esto por la mañana."
 
"¿Por la mañana? ¿Quieres decir que Paco se quedará?"
 
"Sí, por supuesto. Él es el hombre de la casa, ¿no es así?" Con eso, se rió y salió de la habitación. Oí pasos en las escaleras, una conversación inaudible y luego el golpe de la puerta de entrada cerrarse. Me dejaron solo en la cama, con un pene erecto que no me atrevía a tocar mientras otro hombre estaba tomando a mi esposa, y más tarde la llevaría a la que había sido nuestra cama matrimonial...
Me quedé despierto en la cama, con mi pequeña polla pidiendo su eyaculación, pero no me atreví a tocarla de nuevo. A pesar de que mi esposa y Paco no estaban en casa, como un niño no me atreví a desobedecer sus instrucciones otra vez. Con mi polla erecta, la sensación cuando me movía contra las sábanas de la cama era aún más excitante , casi lo suficiente para hacer que me corriera por las sábanas. Pensé en qué problemas me encontraría si eso pasara. ¿Qué tipo de problemas? ¡Dios mío, estaba empezando a pensar en mí mismo como si fuera un adolescente! ¿Y sin embargo, mirando hacia atrás, quién podría culparme de hacer tal cosa? ¿Cómo había llegado aquí en tan poco tiempo? Ser enviado a la cama para que mi esposa y su novio pudieran salir juntos. Él se había adaptado a esta extraña situación rápidamente. Apuesto a que Paco no podía creer su suerte. Follando con una mujer casada, sin tener que hacerlo a espaldas de su marido. Con su pleno conocimiento y consentimiento. Bueno, más que autorización. Tratar al marido de la esposa que estás follando como a un pelele sumiso debe de ser un gran cambio para él. Así que me quedé despierto en la oscuridad, pensando en lo que podrían estar haciendo. En un pub, bailando, o sentados, charlando, tomados de la mano, besándose. Mi esposa y él. Su nuevo hombre.

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