Autobiografía. HISTORIA REAL – VIVIDA EN PRIMERA PERSONA.
Memorias y forja de un cornudo: Capítulo I. Pubertad y adolescencia (I)
Primeras vivencias y despertar al erotismo.
Cuando en junio leí el “testimonio de K.” de 3 de junio de 2017 en el blog de “control
de castidad” me sentí plenamente reflejado e identificado, casi podía haberlo escrito yo
mismo, como si alguien telepáticamente pudiera leer mi mente y las incontrolables
pulsiones masturbatorias que siempre me han dominado, esa experiencia era el reflejo
de mi propia vida definido y relatado por un desconocido. Tuve que leerlo varias veces,
casi no lo creía. Incluso mi nombre empieza por “K” (kino).
Al rememorar mi pasado afloran todos los recuerdos y se agolpan en mi mente uno tras
otro incidentes, sumisiones, sometimientos, castigos, correctivos, Am@s... que ya tenía
más que olvidados y formateados de mi disco duro neuronal… pero uno me conduce al
siguiente… y éste al siguiente… reviviendo nítidamente situación tras situación…
Para entender la coyuntura actual en su completa dimensión y perspectiva, es
imprescindible comprender la compleja relación que he mantenido con los machos alfa
que siempre han estado presentes dominando toda mi vida (y la de mi mujer) hasta
fraguar en el sumiso casto que ahora soy… pero, hay que comenzar por el principio…
De niño y adolescente siempre estuve en prestigiosos y estrictos colegios religiosos
privados, con una moral decimonónica y victoriana de educación severa, era una
disciplina férrea. Muy selectivos en la admisión del alumnado, un caldo de cultivo para
auténticos machos alfa que, en un futuro próximo, estarán en la cúspide de la pirámide
social.
Entre los 11 y 12 años, de forma natural, empecé a tocarme el pene sin parar, casi sin
saber qué hacia y por qué lo hacía, solo sentía que debía hacerlo y me compensaba, me
era placentero... desconocía que un pequeño pene pudiera proporcionar tanto gustito…
Deseaba vehementemente cada jornada que llegara la hora de irme a la cama por la
noche, para volver a repetir esa sensación una, dos, tres veces, aquello que tanto placer
me reportaba… que no sabía definir qué era, sobre lo que nadie me había advertido ni
explicado nada. Era un niño autodidacta e incondicional esclavo de la paja.
No comprendía por qué se ponía dura, ni qué sentido tenía, solo que me gustaba.
Vivir esta experiencia teniendo tan poca edad me asustó, agradó, motivó y sorprendió a
la vez, teniendo problemas de conciencia, me torturaba el sentimiento de culpabilidad,
me sentía un sucio puerco, pero al día siguiente esperaba impaciente la noche, me sentía
nuevamente empujado a las solitarias caricias hasta repetir reiteradas eyaculaciones.
Ya de niño presentaba un pitito anormalmente reducido (de adulto me mide unos 4 cmt.
o tres si se arruga) junto con unas bolillas siempre escondidas, retraídas hacia el
interior, estas características físicas generales con 11, 12, 13 años configuraban una
personalidad introvertida y tímida restringiendo mis relaciones sociales y escolares, era
muy reservado… junto con un carácter apocado, timorato, sin cualidades físicas, ya que
era de los menos desarrollados e inmaduros para mi edad, con aspecto muy aniñado.
A los 12 años, repentinamente mi familia, pudiente y desahogada económicamente, fue
destinada por motivos laborales a otra provincia, siendo matriculado en un nuevo
colegio religioso. Ese hecho mediatizó el resto de mi existencia y me puso en contacto
directo por vez primera con los machos alfa. Hasta ese momento era muy inocente,
ingenuo, no sabía nada de sexo (exceptuando mis pajas)
En esta época, a causa de mi timidez, solo deseaba ser invisible para que mis
compañeros no repararan en mí, que no se percataran de mi presencia, pero mi natural
huidizo y cobarde a esa temprana edad, no les pasó desapercibido.
Para eso los niños tienen un sexto sentido.
Mi calvario como sumiso tuvo como punto de inflexión el instante en que en la clase
descubrieron, cuando yo contaba con 12 años, mis ínfimos, irrisorios y nada dotados
genitales durante un cambio de ropa para la clase de educación física, al quedar
descubierto y desprotegido mi pequeño sexo de cualquier tipo de prenda y, aunque traté
por todos los medios de esconderlo y ocultarlo, algunos alumnos del grupo repararon en
lo minúsculo de mi pene, teniendo todos los chavales la ocasión de reírse a gusto y
apreciar con gran regocijo por su parte, la escasez y falta de generosidad con la que la
naturaleza me había obsequiado a la hora del reparto de penes (con el paso de los días
llegarían a observarlo con todo lujo de detalles).
Los chascarrillos empezaron casi instantáneamente (como yo suponía que ocurriría…)
…rápidamente fuí a mi pesar, el centro y diana de las bromas de todo tipo que siempre
acababan con algún tipo de sometimiento, o la típica, irrisoria y cómica referencia al
minipene… para entretenimiento y burla del resto del aula, me había convertido
súbitamente en el pasatiempo que amenizaba las veladas escolares, cotidianamente
tediosas… les alegraba las clases de ciencias, sociales o mates a los alumnos… todos
los comentarios jocosos se dirigían al mismo sitio, mi falito era garantía de disfrute y
diversión para todos (menos para mí, evidentemente).
Los machos alfa ya se encargaron de empezar a someterme y dominarme en aquella
época ante quien estuviera presente… el castigar, “airear” mis huevitos bajándome los
pantalones entre varios, o jugar con mi pequeñita verguíta en cualquier estancia del cole
por parte del compañero de turno, se convirtió en el entretenimiento y distracción mas
eficaz contra el aburrimiento, ya fuera en clase, en el pasillo, en el recreo, en la calle…
Tengo que aclarar que ya 12 años los machos alfa eran auténticos machotes, viriles,
sometedores, decididos… y más ante un micropene como yo…
Conforme cogían confianza notaban que cada vez podían llegar poco mas lejos en su
dominación, sin que existiera respuesta ni oposición alguna por mi parte, ya que sabían
que yo era un pusilánime miedica que solo deseaba pasar desapercibido, que solo quería
escabullirme. Realmente ellos a tan temprana edad y antes que yo mismo, percibieron
el sumiso que había en mí , aunque yo no sabía qué me pasaba y cual era mi realidad,
ellos ya lo habían detectado, comprendido e interpretado perfectamente la situación.
Como ejemplo, en aquella época, una de las prácticas mas habituales que desataba el
jolgorio y carcajada general, era tirarme en el suelo boca arriba sentándose uno sobre mi
pecho cara a mí, trabándome mis brazos con sus piernas, así quedababan completamente
bloqueadas mis extremidades superiores y “cazado” pero libre de ombligo para abajo.
Así quedaba completamente inmovilizada la parte superior de mi cuerpo (a esta práctica
la llamaron “la tenaza”). Una vez indefenso y preso con los brazos bloqueados y la
espalda pegada sin remisión al cemento del patio de recreo o sobre el parqué del
gimnasio, en el propio aula o en el sucísimo suelo de los retretes… ya podían disponer
libremente sin prisas y relajadamente de la divertida mascota de la clase sin agobios,
tenían todo el tiempo del mundo para bajarme tranquilamente los pantalones y slip hasta
los tobillos en cualquier dependencia del Centro a plena luz del día… ya que me
encontraba a su completa disposición, inerme, inmovilizado y trabado. Debatirse por
zafarse o resistirme era empresa inútil y estúpida, ya que producía el efecto contrario al
provocar mas hilaridad a los asistentes dada mi escasa fuerza y al estar desnudo desde
la cintura hasta los tobillos, moviendo el pequeño miembro arrítmicamente y
descompasadamente para arriba y para abajo ante quien pasara por allí, intentando
escapar infructuosamente de la trampa en la que me hallaba.
Restringido de movimientos completamente en la parte superior y desnudo de ombligo
para abajo, yo pataleaba histéricamente intentando zafarme, los saltos que daba, el único
fruto que conseguían es que mi pequeño pene adoptara posturas completamente
groseras y grotescas en sus convulsiones, circunstancia que hacía mas hilarante y
disfrutable la situación, estallando los presentes en sinceras y sonoras risotadas…
Al ser tan tímido y reservado, tan introvertido, me sentía ridículo hasta los límites mas
insospechados, humillado y avergonzado, deseando que la tierra me tragara, sintiendo
una infinita vergüenza y desapareciendo rápidamente para esconderme entre los
recovecos de la escuela o encerrarme en los baños esperando la hora del regreso a casa.
Ahora viene lo mas complicado de entender. Tan extrema circunstancia, humillante y
traumática, me producía el efecto contrario cuando estaba a solas en mi casa.
Paradójicamente esta indecente situación que tanto y tan públicamente me ultrajaba y
sometía, que tan mal me hacía sentir, potenciaba ya a esa temprana edad y sobremanera
mis compulsivas inclinaciones masturbatorias, ya que a pesar de lo extremo y público
de la grotesca situación, al acostarme no se me iba de la cabeza sintiendo placer donde
antes solo sentía vejación, humillación e impotencia, notando como se me endurecía y
empezaba otra vez a pajearme… ¿como podía una misma situación generar
sentimientos tan encontrados y contrapuestos, dos sensaciones tan distintas?
¿cómo podía pasarme eso? Ni yo mismo lo entendía, pero al pensar ello era incapaz de
no dirigir la mano a mi sexo, tocaba mi pequeño miembro con mas constancia, brío y
fuerza siendo mis eyaculaciones las mas abundantes y gozosas que se puedan pensar.
Aunque lo desconocía en ese momento, esa circunstancia selló mi pajillero destino.
(Fin de la primera parte - Continuará)
Espero que llegue la continuación, me ha gustado!
ResponderEliminar