viernes, 17 de noviembre de 2017

Camino de sissy. Capítulo 1 de 2

Cansado (o más bien cansada), termino en la cocina. Todo está limpio, reluciente y en su sitio. No quiero que, precisamente hoy, mi Señora y su invitado encuentren algo que les haga enfadar. Apago la luz y voy a mi cuarto. Me quito la cofia y la dejo en la mesilla. El delantal lo dejo aparte, pues tendré que lavarlo. Voy desabrochando los pequeños botones que cierran mi uniforme negro por atrás. Por arriba los tres primeros. El cuarto siempre me da más guerra. Los otros por abajo. Saco las mangas, cortas y con ribete de puntilla blanco, igual que el cuello cerrado, y me lo bajo para sacarlo por los pies, porque la bata del uniforme es cerrada por abajo. Lo coloco en el armario, pues no es el que seguramente utilice mañana. Me quito la combinación y la dejo sobre la silla, igual que el sujetador con relleno. Me quito las bragas, que dejo junto al delantal para lavarlas. Me pongo el camisón blanco, corto, de raso y tirantes. Veo que el bulto del pito apenas se nota por el cinturón de castidad. Hoy me he ordeñado bajo la atenta mirada de los señores, la mirada y la cámara. Soy una sissy, me han dicho, aunque yo no sé qué es exactamente eso. Lo que sí sé es que ya no soy el hombre que era. Y mañana tendré que comprarme tangas de hilo, y zapatos de tacón. Voy al salón. Ellos están charlando en el sofá. Me quedo en la puerta con la cabeza agachada.
-Primero la reverencia y luego de rodillas, sissy. Todavía tiene que aprender muchas cosas.
Me pongo de rodillas y espero.
-Buenas noches, Andrea. Ese camisón te sienta muy bien. Vete a tu cuarto y esperas una hora de rodillas, por si queremos algo. Luego te acuestas. Hasta mañana.
Me retiro a mi cuarto, me postro de rodillas frente a la cama. Hoy por lo menos no tendré que dormir esposada. Pasan por mi mente los momentos que me han traído hasta aquí, hasta estar de rodillas y en camisón, esperando cualquier orden.
La historia que empezó, más o menos, cuando Raquel y yo apenas llevábamos un mes viviendo juntos. Entonces éramos dos novios normales, como tantos otros, o eso creía yo. Aquel día estábamos en la cama, practicando un juego que se había vuelto casi habitual, el de atarnos mutuamente y acariciar el cuerpo del otro mientras estaba inmovilizado. Mi novia, me había atado las manos al cabecero y me había vendado los ojos.
-Hoy vamos a hacer algo especial.
-Ah, si? ¿qué?
-Chssss, calla y siente.
Callé y esperé, porque esas cosas siempre eran buenas.
Mi novia me agarró los pies, y sentí que empezaba a ponerme una prenda, que luego iba subiendo por las piernas.
Una prenda muy suave, muy pequeña, que sólo podía ser...
-¿qué me estás poniendo?
-chsssss...
-¿unas bragas?
-chsssss...
siguió subiéndolas, hasta que las tuve colocadas perfectamente, eso sí, con la picha al aire, porque el tamaño de las braguitas no daba para taparla en absoluto. Luego me acariciaba los huevos y la entrepierna a través de la suave tela de las bragas, con lo que mi erección aumentaba.
-¿Te gusta, eh?
-Siiii, mucho.
Me separó las piernas, hasta atarme un tobillo a cada pata trasera de la cama. Cogió mi picha y la llevó a su boca, mientras con las manos seguía acariciando mi culo y los huevos, siempre a través de la suave tela de las bragas. Casi me corrí así, pero ella paró a tiempo, y sentándose sobre mi picha, se penetró con ella y ambos nos corrimos de forma espectacular. Los dos contentos y satifechos. Había empezado mi educación, aunque yo no lo sabía.
Otro día quise repetir la experiencia, pero a la inversa, con ella atada y unos calzoncillos míos de protagonistas. Creí que le gustaría ponerse mi ropa interior, pero ella suavemente mi hizo ver que unos gayumbos tenían poco de erótico. Y realmente tampoco tuvo mucho de emocionante para mí jugar con aquella prenda.
No tiene nada de extraño, por lo tanto, que el día en que era yo el atado, y ella la que me acariciaba mi pene y mis pezones con sus braguitas, cuando me preguntó: ¿quieres que te las ponga, andres?, yo contestara:
-si, por favor.
Me puso de nuevo sus braguitas y me hizo ver el cielo otra vez.
-Pídemelas, anda, si las quieres.
Yo tenía las manos atadas al cabecero, como ya la mayoría de las veces, pues ella tomaba cada vez más la iniciativa, pero la veía risueña, sobre mí, pellizcándome y acariciándome los pezones.
-Pónmelas, por favor.
-¿Qué quieres que te ponga, amor?
-Ponme tus braguitas, por favor.
-Pero hombre, ¿cómo te voy a poner unas bragas?
Sacó de la mesilla unas bragas negras, muy finas y con encaje, y las paseaba por delante de mi cara.
-¿De verdad quieres que te ponga estas braguitas?
-Sí, sí, por favor.
-Bueeeeeno, si la niña quiere unas braguitas...
Fue paseandomelas por todo el cuerpo, hasta llegar a los pies y meterlos por las bragas. Las subió, despacio, hasta las rodillas.
-¿Así está bien?
-Como tú quieras.
-¿Como yo quiera? Pues las dejaremos ahí, porque eres una niña mala que enseguida se baja las bragas.
Entonces se dio la vuelta, dejando su coño sobre mi boca para que mi lengua jugara, mientras ella me chupaba la ingle, los huevos, la picha, y se corría una, dos, tres veces, y yo lo hacía en su boca.
Una mañana, al levantarnos, Raquel me abrazó por detrás, alcanzando con sus manos mi picha.
-uhmmm qué ganas de follarte, andresito.
-¿uno rápido?
-Nooo, quiero hacerlo despacio... atarte a la cama... comerte poco a poco...
Quise darme la vuelta, pero ella no me dejó. Siguió acariciando mi picha.
-Dios... voy a pasarme la mañana con eso enorme...
-Si, eso que quiero comerme muy despacio... y querrás algo mío...
-Síii
-Dímelo, dime qué querras que te ponga
-Tus braguitas, querré tus braguitas...
-Seguro que ahora ya las estás deseando...
-Sí, ya estoy deseándolas.
Mientras con una mano seguía en mi picha, con la otra tenía unas bragas con las que me acariciaba los pezones.
-Pídemelas, pídemelas ya, ¿no te gustaría ponértelas ya, ahora, estas bragas?
-Sí, sí...
-Pídemelas ahora, y será como si empezáramos a follar ya.
-ponme tus bragas, por favor, pónmelas.
-Claro que sí, Andresito.
Se agachó detrás de mí, y me pasó las bragas, negras y con encaje por delante, por los pies, para írmelas subiendo poco a poco, hasta colocármelas en su sitio, sin dejar nunca de acariciarme. Yo estaba a punto de explotar. Cuando estuvieron colocadas, se apartó.
-Hay que vestirse, que llegaremos tarde.
-Pero no puedo ir a trabajar así.
-Sí, sí que puedes. Vístete, vamos.
Cogí unos boxer para ponérmelos encima.
-¿Qué haces?
Me los quitó de la mano, los tiró lejos y con su mano me agarró los huevos a través de las bragas.
-Ponte los pantalones y piensa que luego te voy a atar y quitarte las braguitas con la boca y follarte...
No sé cómo me enteré de algo en la oficina aquella mañana, porque sólo pensaba en dos cosas: las braguitas que llevaba puestas y que iba a ser atado y follado por mi novia...
No pasaron muchos días, cuando otra mañana, mientras yo acababa de afeitarme, Raquel me abrazó por detrás y mientras me acariciaba los pezones, me dijo al oído:
-Te he dejado un regalito encima de la cama.
-¿si?
-A ver si he acertado. ¿Qué te gustaría?
-Tus braguitas.
-Las que me acabo de quitar. Seguro que huelen a mí. si quieres... te las pones.
Y se metió en la ducha. Yo fui a vestirme y allí estaban. Blancas, con florecitas rosas, esperándome. Las cogí y las olí, me acaricié el pecho con ellas y me las puse. Cuando Raquel salió no hizo ninguna alusión a aquello, pero yo sabía que por la tarde...
A media mañana me llegó un wasap de Raquel "tendremos que hacer algo esta tarde", con una foto en la que yo olía sus bragas.
Inmediatamente llegó otro: "mi ropa interior desaparece, ¿quién será el ladrón?", con otra foto en la que me estaba poniendo sus bragas.
Y otro: "te sientan muy bien", con otra foto en la que yo me miraba al espejo del armario con las braguitas blancas de florecitas puestas.
borré los mensajes y las fotos inmediatamente, porque nunca se sabe quién puede coger el teléfono, pero me había excitado al límite. Ya no pude dejar de pensar en ello toda la mañana.
cuando llegué a casa, Raquel ya tenía la comida preparada. Comimos sin mencionar para nada el tema, como si no pasara nada, y cuando terminamos, ella me tapó los ojos con un pañuelo, y me llevó a nuestro cuarto. Me desnudó excepto las braguitas y me tiró en la cama, atándome muñecas y tobillos a las patas, con cuerdas que ya tenía preparadas. Noté que me ataba con más fuerza que otras veces, de forma que yo no podría soltarme aunque quisiera. dio unas vueltas alrededor de la cama y se echó a mi lado, con su cabeza sobre uno de mis brazos, y su mano en mi pecho.
-Vamos a dormir la siesta.
-¿ahora? ¿así?
-Chhsssss, calla y disfruta.
Estaba a punto de explotar, y nada seguro de que no me corriera en sueños, pero me dormí.
Me desperté con el coño de mi novia casi metido en mi boca. Empecé a lamer mientras ella apenas rozaba la tela de las bragas que yo llevaba puestas. Se corrió varias veces, la última sentada a horcajadas sobre mí, acariciándose ella misma. Cuando terminó, yo esperaba mi turno, seguro de que en cuanto me metiera dentro de ella explotaría como nunca.
-Tú hoy no te vas a correr, Andresito -me dijo, mientras seguía sentada sobre mí
-¿qué?
-Chssssss... mi amor. Piensa en mañana, no seas egoísta, mañana será tu día... ¿te imaginas cómo explotarás mañana?
-Síii, dios...
-¿quieres esperar a mañana?
-siiii
-Sí, claro que sí. ¿con mis braguitas puestas, verdad? -mientras hablaba me masajeaba los pezones.
-sí.
-Te voy a soltar y quiero que te acaricies los pezones con las dos manos.
-siii... pero no me hagas fotos, por favor...
-chhsssss... tú no puedes decidir nada, sólo lo decido yo. Te haré fotos en la cama, con las braguitas y acariciándote los pezones, y cuando las veas mañana por la mañana, sabrás lo que vas a disfrutar por la tarde. ¿Te imaginas? Tú, preparado en la cama, con mis bragitas puestas, y tus pezones... ¿has visto cómo se ponen?
Me soltó, me quitó la venda de los ojos, y yo hice exactamente lo que me había dicho. Me los acaricié, con la picha durísima sobresaliendo de las bragas, y mirando a mi novia que me hacía fotos de aquella manera.
Por último, volvió sobre mí, me agarró las manos a ambos lados de mi cabeza.
-¿Harás algo por mí?
-Lo que quieras.
-Sólo que recojas todo lo de la comida, y friegues y limpies la cocina.
-Claro que sí.
-Con tus braguitas puestas. Me pones a cien y a lo mejor tenemos que volver.
La idea me encantó, claro, porque yo seguía empalmadísimo.
Nos levantamos y ella me acercó una bata suya, de raso, rosa.
-Ponte esto. No vas a andar por ahí en bragas.
Me puso la bata, atada primero con un cordoncillo por dentro, y después con el cinturón.
Y después, cuando ya estaba yo recogiendo, añadió un delantal.
Yo no me daba cuenta, pero ya estaba sirviendo travestido a mi novia. Y ella, ahora lo sé, ya lo tenía todo pensado. Ya había empezado su plan.
Aquel día, por supuesto, no volvimos a follar, pero yo ya no me quité las braguitas y la bata. Raquel se quedó leyendo cuando yo dije que me iba a acostar, a ver si quería venir a jugar, pero no. Me desnudé y me dormí con una camiseta, como de costumbre.
Por la mañana se levantó antes que yo, y estuvo muy distante todo el tiempo. Nos vestimos y nos fuimos a trabajar sin más.
Como era de esperar, no hubo ningún mensaje excitante. Hubo uno, pero al contrario: "Me has decepcionado. Ojalá sepas arreglarlo"
Solo se me ocurría una forma.
Salí pronto de trabajar y corrí a casa. Me desnudé y me puse unas braguitas de mi novia y la bata rosa del día anterior, con el delantal. Preparé la comida y la mesa. Ya estaba todo listo cuando ella llegó. Vio todo preparado y me vio a mí, vestido como ella me había dejado el día antes.
-Lo siento -dije-, soy un descuidado y no tengo perdón.
-Siempre puedes pedirlo, a ver qué pasa.
No sé cómo, pero me vi de rodillas ante ella:
-¿Me perdonas?
Tiró de mí hacia arriba.
-Claro que sí, Estás aprendiendo, y lo haces bien.
Me dio un largo beso en la boca, y la comida se enfrió mientras calentábamos la cama. Estaba aprendiendo, me lo había dicho.
Habían pasado varios días sin novedades, y una mañana Raquel se metió conmigo en la ducha y empezó a masajearme el cuerpo y, sobre todo, los pezones, con su esponja de masaje.
-ummm, tenemos un poco abandonados a estos pequeñines.
Mi pene respondía ya en el acto a esos toques.
-Síii, gracias..., pero llegaremos tarde...
-Esta tarde verás...
-Y tú, y tú... también verás...
-Estoy empapada, y no sólo de la ducha... te pondrás mis braguitas.
Ya no era una pregunta, pero tampoco me di cuenta.
-Sí, claro que sí.
-Y puede que llegue un poco tarde... ten la comida preparada, como la otra vez.
Tampoco sonaba a ruego.
volví a irme a trabajar con bragas, y a media mañana llegaron aquellas fotos, yo en la cama, llevando puestas sus bragas y acariciándome los pezones. Me di cuenta de que no sólo aquella prenda, sino la postura, el gesto que ella me había hecho poner, eran muy femeninos. Pero qué más daba, pensé yo.
Volví corriendo a casa, me puse la bata, el delantal, y preparé la comida.
-Es genial tener un novio así -me dijo nada más entrar.
Nos besamos un rato y cuando creí que nos íbamos a la cama, ella se apartó ligeramente.
-Tengo un hambre! Sírveme, cariño.
Era genial tener un novio así, decía. Y yo, encantado, me ajusté bien la bata y el delantal, y me puse a servirle, cuando sentí su mano en mi culo. Luego bajó hasta encontrar el bajo de la bata para ir subiendo de nuevo, por dentro, hasta llegar a las bragas. Me quedé inmóvil. Sacó su mano y sonriendo se metió un dedo en la boca, salivándolo bien, para volver luego al culo. apartó ligeramente las bragas por un lado y fue metiéndome la punta del dedo en el esfínter. Creí que me caía de placer.
-Siéntate a mi lado, anda, vamos a comer.
No sé cómo pude comer nada, con su mano izquierda casi permanentemente en mi muslo, subiendo y bajando la bata, llegando a las bragas, acariciando la picha, y buscando mi culo por debajo.
Cuando terminamos y nos levantamos yo no podía aguantarme más y quise abrazarla y besarla y llevarla a la cama, pero ella me apartó suavemente.
-Estás ardiendo, ehh.
-Sí, síiii, vamos y follaremos como nunca.
-Paciencia. Lo estamos pasando muy bien y no quiero terminar tan pronto. 
Se acercó a mí y rodeó mi cuerpo con un brazo que terminaba en una mano en mi culo y un dedo acariciando el esfínter por encima de la bata y las braguitas. Con la otra me pellizcaba un pezón.
-Recoge la mesa y la cocina mientras yo me echo una pequeña siesta. Cuando esté todo listo, me despiertas comiéndome el coño con mucha delicadeza.
Fue una pequeña decepción, pero la espera merecería la pena.
Recogí, fregué, limpié y por fin me arrodillé a los pies de Raquel para buscar su coño debajo de la falda. Pero ella me agarró del pelo y tiró de él hacia atrás.
-Has hecho mucho ruido y no me has dejado dormir. eres malo.
-No sabía... lo siento.
-Y mira, has manchado mi bata. Ya sabes lo que tienes que hacer.
-¿qué...?
-Pídeme perdón, como hiciste el otro día.
Ya estaba de rodillas. Junté las manos como si rezara.
-Perdón, perdón, lo siento.
-Te mereces unos azotes. Ven conmigo.
Se levantó y me llevó de la mano a la habitación. Se sentó en la cama y me señaló sus muslos.
-Aquí boca abajo.
Me tumbé sobre ella, que me levantó la bata y me bajó las bragas hasta las rodillas. Nunca habíamos hecho nada así, y no sabía qué esperar, cuando uno de sus dedos fue metiéndose en mi culo, mientras con la otra mano me daba suaves cachetes en las nalgas, y eso fue demasiado.
-diossss... me voy a correr...
-Ni se te ocurra.
Se levantó y me tiró en la cama, y follamos como nunca.
Al terminar, medio adormilados los dos, ella me dijo:
-voy a dormir la siesta que no me dejaste antes, y tú, como castigo, barre y friega la casa... sin hacer ruido.
Al día siguiente, al vestirme, cogí unos calzoncillos y me los iba a poner cuando Raquel me dijo:
-Cuando te pones bragas... buff, empiezo a mojarme en cuanto te veo con ellas.
-Si quieres puedo ponérmelas.
-Me gustaría que las lleves siempre, todos los días. Pero solo si a ti te apetece.
-Como tú quieras, mi amor.
Siempre, todos los días... iba cayendo, iba perdiendo y no me enteraba. Qué ignorante era yo, qué poco me quedaba para cambiar el "mi amor" por "mi Señora".
Y me fui a trabajar tan feliz, tan inocente.
A media mañana empezaron a llegar fotos: yo en braguitas acariciándome los pezones, yo en bata de mujer y delantal recogiendo la mesa, yo con la bata desabrochada y las bragas debajo tendido en la cama, y una película: yo con la bata subida y las bragas en las rodillas recibiendo una azotaina y, lo peor, con cara de estar disfrutando.
Y un mensaje: No se te olviden tus deberes para cuando yo llegue.
Mis deberes. Todavía los veía como un prolegómeno, como el primer paso para una tarde de excitación y sexo.
Llegué corriendo a casa, me puse la bata y el delantal y a hacer mis deberes también corriendo.
Raquel llegó cansada y de mal humor. se sentó a la mesa a esperar a que yo le sirviera, sin casi decir una palabra.
-recoge, por favor, que estoy muy cansada.
Se durmió viendo la tele y yo no hice el menor ruido. Al terminar fui a despertarla como me había dicho el día antes, pero era imposible porque tenía vaqueros. Me dormí en otro sillón, y fue ella la que me despertó subiéndome despacio la bata y chupándome la picha. Todo merecía la pena para llegar a esos momentos.
Pero de golpe se apartó.
-vístete, que nos vamos de compras... y luego... estrenaremos las compras.
Estrenaremos... eso sonaba muy bien.
Bajamos a una tienda de lencería cercana a casa, donde Raquel solía comprar la ropa interior. Se saludaron como correspondía a dos conocidas, hasta que Raquel fue al grano:
-Necesito una batita para andrés.
-Oh, lo siento, pero aquí no tenemos ropa de hombre.
-No importa que sea de mujer.
-Pero son muy femeninas.
-Le da igual. de hecho, ya se pone habitualmente una mía, y me la va a echar a perder.
-Bueno, y qué tipo de bata, ¿algo fuerte y que abrigue?
-No, no, algo muy fino, que tenemos buena calefacción.
Yo empezaba a sentirme algo molesto, porque estaba allí, y era como si no estuviera, como si fuera un niño al que su madre le compra la ropa, pero tampoco se me ocurría cómo meter baza.
-¿corta o larga?
-Normal, que le llegue por las rodillas o así.
Por fin, la dependienta sacó una caja, y de allí una bata de raso, sobria, parecida a la rosa que utilizaba hasta entonces, pero blanca.
-Imposible, la pondría perdida en la cocina. Algo más oscuro, o negra.
-Tenemos una negra, además de una talla grande, pero claro, mira.
Sacó una bata negra, muy fina, prácticamente transparente, como de gasa, con volantes de puntillas en vez de solapas, y con más volantes y puntillas al final de la manga, que no era muy larga, y en los bordes, y en la parte de abajo.
-ah, pues ésta puede servir.
-No, mujer -me atreví a meter baza- la veo muy... no sé... de mujer.
-No seas tímido, que de mujer llevas más cosas.
Me quedé mudo.
-Y está muy bien de precio, porque venía con un camisón que vendí suelto.
-ah, pues hubiera estado bien con el camisón -cogió la bata y me la dio-, toma, pruébatela.
Raquel me acompañó a un probador, descorrió la cortina, me dejó pasar y se quedó en la puerta, sin intención de cerrar.
-No hace falta que te desnudes. Quítate la camiseta y te la pones. Lo importante es que te quede bien de espalda.
Y de frente a mí, y en susurros, añadió:
-Aunque me encantaría vértela puesta ahora solo con las braguitas... estoy chorreando, cariño, qué ganas de tirarte en la cama con tu bata nueva... sí, quítate también los pantalones, que estoy deseando verte bien...
Mi picha reaccionó de inmediato, al fin y al cabo llevaba excitado casi desde por la mañana.
Me quité la camiseta y me puse la bata. Luego me quité los pantalones. Raquel ató el cordoncito interior, y luego me la ajustó y ató el cinturón.
-Yo creo que le queda bien, ¿qué te parece a ti? -le preguntó Raquel a la dependienta, que se acercó al probador con cara profesional, como si viera todos los días a tíos travestidos. Entonces cai en la cuenta de la transparencia de la bata y de las braguitas que llevaba debajo, aunque ella hizo como que no veía nada.
Me tocó los hombros, y el lateral
-Levanta los brazos a ver si da la sisa.
Levanté los brazos, y me quedaba perfecta.
-Sí, le queda bien. Pero no sé, Raquel... podríamos buscar una más sobria, sin tantos...
-¿A ti qué te parece, Andrés? ¿Te encuentras a gusto con esta?
Pues no, no me encontraba ni medio bien en aquel momento, allí exhibiéndome en ropa de mujer delante de la dependienta, pero tampoco quería contrariar a Raquel, que ya me daba un poco de miedo después de lo que había dicho de llevar más ropa femenina, y por otro lado... estaba chorreando, no podía decepcionarla.
-Sí, no me molesta en ningún sitio, sí parece mi talla.
-Sí, pero... -añadió raquel, cuando yo ya estaba seguro de que iba a tener que quedármela-, a lo mejor tienes razón -a la dependienta- y es muy de mujer... aunque a tí -a mí- te guste. Imagínate que viene alguien a casa y abres la puerta vestido así...
-No, claro que no, ¡cómo voy a vestirme así delante de nadie! -miré a la dependienta-, bueno, menos aquí.
-Nunca se sabe, cariño. ¿Y si llega alguien cuando estás haciendo tus tareas con la bata y el delantal? 
-Espera -dijo la dependienta- que creo que tengo una que va a ser ideal.
ésta se retiró y Raquel aprovechó para hacerme unas fotos con el móvil.
-No, Raquel, por favor...
-Chsssss, ya verás cuando te las mande...
La dependienta volvió con otra bata, también negra, de raso muy fino, de manga corta, pero con una hilera de botones pequeñitos de abajo a arriba, donde se cerraba por completo con un pequeño cuello de puntillas, igual que el final de las mangas.
Sin pensarlo dos veces, tiró del cinturón y me desató y quitó la bata que tenía puesta. Me quedé en bragas, pero la dependienta prefirió mirar a otro lado.
Un minuto después tenía puesta la otra, mucho más ajustada, pero también de mi talla.
-A ti te gustará menos, claro, porque no tiene tanto volante...
-No, no, mejor así -dije, para que lo oyera la dependienta.
-Abróchatela toda y da unos pasos, que veamos cómo te queda.
-No, no hace falta. Me queda bien, me llevo esta.
-Abróchatela y ven al mostrador -su voz sonó fría y cortante.
Me la abroché intentando pensar lo que iba a disfrutar cuando ella me la desabrochara poco a poco. Salí muy consciente de que se me veían las bragas, pero haciendo como que no. Las dos me miraron llegar, y yo no sabía qué hacer con las manos, nerviosísimo pensando que alguien podía entrar, a saber quién, y verme así.
-¿te gustan estas braguitas? -Raquel sostenía unas bragas de lycra lilas con florecitas rosas-. Están de oferta.
-Si te gustan a ti.
-No soy yo quién se las va a poner. Si no te gustan, no te las compres, pero yo me estoy cansando de dejarte las mías.
Me quedé helado otra vez. ¿Qué le estaba diciendo? ¿Que yo me ponía sus bragas? Mi cara debía ser un poema, a juego, por otra parte, con la bata semitransparente que llevaba puesta y las braguitas que se veían o se intuían debajo de ella. Pero las palabras de Raquel eran muy claras: se estaba cansando y yo estaba deseando seguir con ese juego (yo creía que era un juego) que tanto placer me daba.
-Sí, sí me gustan. Nos las quedamos.
-Te las quedas, y ya bajaremos otro día a por más. O mejor te quedas tú con unas cuantas mías, y yo me las compro nuevas, ¿verdad?
La última pregunta iba dirigida a la dependienta, que sonrió bastante cortada.
-¿Puedo ya cambiarme?
La pregunta me salió natural, le pedía permiso para vestirme. ¡permiso para vestirme! Y no me di cuenta de a dónde estábamos llegando.
-claro que sí. Cámbiate y vienes a pagar esto.
En el camino de vuelta, protesté tímidamente por lo que me había hecho pasar. Ella no dijo nada, hasta que llegamos a casa.
-Desnúdate, quédate solo con las bragas, te pones tu nueva bata, sin abrocharla, y te tumbas en la cama boca arriba, con los brazos y las piernas abiertos. Ahora voy yo.
¡Por fin! todo lo que había pasado iba a ser recompensado entonces. Sólo de pensarlo dejó de importarme lo anterior. Si a la chica de la mercería le extrañaba algo, es que no sabía nada de sexo.
En un momento me había cambiado. Me gustó el tacto de la nueva bata. Me tumbé en la cama como me había dicho y esperé.
Raquel llegó enseguida y me ató muñecas y tobillos con mucha fuerza. Me ató un par de botones a la altura del pecho y colocó la bata para que se viera bien, igual que las bragas. Luego comenzó a hacerme fotos. Pero estaba seria, no como otras veces.
Luego se subió la falda y se puso de rodillas sobre mi cara. Se había quitado las bragas.
-Chupa, chupa hasta que compenses tus malas caras, tu desgradecimiento, tus protestas, chupa.
Y chupé y chupé hasta que se corrió una, dos, tres, ni sé cuántas veces.
-ahora te quedarás ahí, hasta la hora de la cena. reflexiona, piensa en lo que ganas y pierdes cada vez que me contradices, aunque sea con un gesto. Hoy no te vas a correr. Y mañana... mañana quiero que me obedezcas en todo, con buena cara, con esa carita que se te pone cuando voy a follarte. Y si lo haces bien... pasado mañana te haré el hombre más feliz del mundo.
Y salió y me dejó allí dos horas largas, hasta que vino a desatarme.
Me até bien la bata para comprobar que parecía un vestido, o mejor, un uniforme de doncella, con el cuello redondo, la manga corta, el delantal. Y nueva sesión de fotos.
al día siguiente debí hacerlo bien, porque lo que pasó un día después fue memorable.
A partir de entonces empezamos con cierta rutina que resultaba placentera para los dos, o al menos para ella y, de rebote, para mí por los premios de sexo que recogía. Por supuesto, del cajón de mi mesilla desaparecieron -los vamos a tirar, para evitar tentaciones, me dijo un día- los calzoncillos. Allí sólo había braguitas -"tenemos que bajar a comprar más un día de estos". Y en cuanto llegaba a casa, me ponía mi bata de raso negra y el delantal, para ocuparme de las tareas pendientes, que paulatinamente iban siendo todas.
Un día, el que llegó muy cansado del trabajo fui yo. Sin cambiarme, sin pensar en nada, me senté en un sillón del salón y a los pocos minutos estaba dormido. Me despertó la puerta de la calle al cerrarse, y creí que era Raquel que llegaba. Y sí era Raquel, pero que salía. Una nota en la puerta de la cocina lo aclaraba: "Me decepciona no poder confiar en ti".
La llamé al móvil, pero cortaba la llamada.
Pensé en cambiarme y dejar la casa perfecta para cuando volviera, pero algo por dentro me dijo que ya estaba bien. Si hubiera tenido calzoncillos, sin duda me los habría puesto, pero eso no era posible. pensé en salir a comprarme unos cuantos más tarde.
Comí algo rápido y volví a quedarme dormido.
Raquel regresó a la hora de cenar, me miró con mi ropa de calle y no dijo nada. Solo cuando nos acostábamos dijo, como de pasada:
-Me apetecía follar esta tarde, pero como tú no estabas preparado...
-¿Qué quieres decir? ¿Que te has ido a follar con otro?
-Perdona, pero no pongas palabras en mi boca, sólo he dicho que no estabas preparado...
-¿Y qué es estar preparado? ¿estar vestido de mujer?
-¿te lo pasas mal, acaso? ¿alguna vez, con alguna otra novia o ligue has disfrutado como conmigo?
No, la verdad era que no, ni de lejos, pero no se lo iba a decir. Así que me callé.
-Vale, muy bien, si eso es lo que quieres, vuelve a ponerte tus estúpidos calzoncillos.
-No tengo. Tú los tiraste todos.
-Perdona, los tiramos, y no se te veía triste.
La verdad es que aquel día fue toda una fiesta sexual.
-Pues nada, haremos como las demás parejas, follamos un sábado de cada dos o tres, y listos.
Estuvimos tres días casi sin hablarnos. Yo estaba ya muy arrepentido, y la echaba de menos muchísimo, aunque viéramos la tele juntos y nos acostáramos en la misma cama.
Al cuarto día, me llegó un mensaje suyo a media mañana. No me atrevía a abrirlo, por si la cosa empeoraba, ahora que sabía que no podía vivir no ya sin ella, sino simplemente con ella enfadada. Deseé con todas mis fuerzas que en el mensaje hubiera una foto mía en braguitas y bata, porque era cómo quería estar en ese momento. El mensaje decía:
"He salido un momento a comprar. ¿Quieres que te compre calzoncillos?"
"No, no, por favor, no", le contesté.
"Te compraré otra cosa, pero sólo te la daré si vuelves a ser el novio que yo quiero, el que me esperaba todos los días"
"Sí, por favor. Gracias. Te quiero muchísimo"
Y aquel día salí corriendo a ponerme mi bata y mi delantal, y a hacer la comida, y las tareas que me diera tiempo.
Cuando ella llegó vi que estaba contenta. Le serví la comida como a ella le gustaba, y ni siquiera me senté a su lado, para ser su atento servidor. Ella volvió a tocarme y acariciarme las piernas y el culo mientras yo le ponía la comida o le servía el agua y el vino.
-No has comido, mi amor -me dijo al terminar.
-Ahora comeré algo en la cocina. Lo que quiero es que estés contenta.
-Sí, ve a la cocina a comer algo y déjalo todo para recogerlo luego. cuando termines de comer, ve a nuestro cuarto y te quedas solo con las braguitas, de rodillas en la cama.
Volé. en unos minutos estaba de rodillas en la cama como me había dicho.
Me tapó los ojos con un pañuelo.
-¿Quieres probarte lo que te he traído?
-Sí, sí, por favor.
-¿No vas a volver a decepcionarme?
-No, te lo prometo.
Como otros días, me masajeaba los pezones sin parar.
-¿Vas a cumplir con tus tareas?
-sí, sí, te lo juro.
-Sigue acariciándote los pezones, anda.
Se agachó hasta meterse mi picha en su boca, mientras metía un dedo con crema en mi culo, y yo seguía con los pezones. Mi picha estaba a punto de explotar.
-te gusta que te toquen tus tetillas, verdad?
-Mucho.
-Y que te meta el dedo en el culo?
-Mucho, mucho.
-Claro que sí.
-¿Quieres que te ponga ya el regalo?
-Sí, por favor...
-Extiende los brazos adelante.
Los extendí y ella fue subiendo por ellos unas finas tiras de tela. ¡Me estaba poniendo un sujetador y yo estaba encantado! Se dio la vuelta para abrochármelo y después me lo colocó bien. Inmediatamente siguió acariciando mis pezones por encima de la tela del sujetador, que era muy muy fina y suave. O pasaba los dedos por debajo de los tirantes, lo que también me encantaba. Llevó mis manos hasta el sujetador, para que yo siguiera acariciando mis pezones sobre él, mientras ella volvió a chuparme y tocarme el culo.
-Ya veo que te gusta, tienes la picha inmensa.
-Síiii, me encanta. Gracias.
-sigue acariciándote. cierra los ojos.
Me quitó el pañuelo de los ojos, y sin desdoblarlo, me lo ató en la base del pene y los huevos. Hizo un nudo y apretó, y luego una lazada que dejaba los extremos rozándome la piel de los muslos y con las bragas apenas tapando los huevos. aquello era como un orgasmo permanente.
-Sigue, que te voy a hacer unas fotos para que veas lo feliz que puedes ser. con una mano los pechos, y con la otra la entrepierna, debajo de los huevos.
Hizo las fotos que quiso y me mandó abrir los ojos.
-Mírate en el espejo, mírate cómo te acaricias como una mujer.
Y me vi, de rodillas, con un sujetador negro, muy fino y con aros, con braguitas, acariciándome con una mano los pezones, y con la otra tocándome bajo los huevos, como una mujer.
Raquel se desnudó del todo y se acostó rodeándome con sus piernas.
-Hoy tendrás sexo, Andrés, para estrenar tu primer sujetador. Pero tengo que castigarte por estos días. ¿Lo entiendes, verdad?
-Sí, claro que sí. He sido un gilipollas.
-Sí lo has sido, pero todo está bien si sirve para que aprendas. el castigo será el siguiente: durante los próximos quince días harás todas las tareas de casa.
Ya prácticamente lo hacía, así que no parecía un gran castigo.
-Si, me ocuparé de todo.
-Pero cuidado, lo harás como una auténtica ama de casa: siempre hay cosas que limpiar, o que volver a limpiar, nada de fregar los suelos una vez a la semana, sino todos los días, y los cristales, y todo el polvo, y lo que haga falta, ¿has entendido?
-sí, sí, claro que lo haré.
-Muy bien. cuando estés en casa, siempre con tus braguitas, tu sujetador, tu bata y tu delantal. Durante quince días me servirás como si yo fuera la Señora y tú la criada, y te premiaré por ello.
-No tendrás ninguna queja de mí -dije, esperando el premio.
-Y en estos quince días yo te tocaré cuando me apetezca, como se hace con las criadas, te tocaré las tetas, el culo...
-Síí... me encantará
-Pero no tendrás sexo. Tu único sexo será darme placer a mí cuando yo te lo pida. No, mejor cuando yo te lo ordene.
-¿Los quince días? Estaré muy excitado.
-Mejor, así cumplirás mejor tus deberes esperando el premio final. Y no serán quince días, sino tres semanas, por esta protesta.
Iba a decir algo, pero me callé a tiempo.
-el castigo empieza mañana, y ahora, cómeme.
La comí, hasta hartarla, pero mejor fue el larguísimo rato que ella se entretuvo conmigo.
Al final, me dijo:
-¿ves? la espera siempre merece la pena. Espero que lo recuerdes.
Esperar. Ahora espero de rodillas y en camisón la hora de irme a la cama. Aquellas tres semanas fueron la primera espera, pero todo seguía pareciendo un juego entre mi novia y yo. Aunque para ella no era un juego. Ahora entiendo el porqué de tantas grabaciones. Ahora...
Se abre la puerta. Es Rubén, el Señor. Inmediatamente bajo la cabeza.
-Andrea, tu Señora y yo vamos a follar, y tú, como buena sissy, participarás. Ven conmigo.
Me levanto y sigo a Rubén. Debería estar desesperado. Mi novia, mi exnovia, mi Raquel, folla con otros delante de mí. Ya no me quiere, pero eso ya me lo había dicho.
-Ponte aquí, de rodillas.
"Aquí" era ante la puerta del que antes era nuestro dormitorio, el lugar donde Raquel y yo...
Raquel estaba ahora desnuda sobre la cama, recostada sobre un lado, mirándome sonriente. Le vi los pechos y el deseo... ZZZAAASSSS
-¿Qué haces mirando así a tu Señora? La cabeza inclinada. Nunca más la vas a ver desnuda. Voy a cerrar la puerta, podrás escucharnos y mientras tanto, te tocas. Te gustará ordeñarte con los gemidos de tu Señora. Cuando vuelva a abrir quiero ver cómo te has corrido en tu mano.
Cerró la puerta ante mis narices, y poco después empecé a oírles. Susurros, grititos, gemidos, algún ruido de la cama. Quería pensar en otra cosa, mientras sentía que mi picha crecía en mi mano. Y volví atrás, a los días felices en los que me estaba convirtiendo en sissy sin yo saberlo.
Mañana el capítulo 2.

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