Recuerdo perfectamente cómo empezó todo. Nuestro matrimonio funcionaba muy bien y compartíamos un alto grado de complicidad en nuestras relaciones sexuales. Para hacerlo más divertido, un día le propuse que probáramos un juego de sumisión y dominación suave, consistente en que durante una semana uno haría todo lo que el otro quisiera y debería dedicarse exclusivamente al placer de su pareja, sin poder obtener orgasmo alguno hasta el final del plazo establecido.
Fue un juego muy divertido en el que cada uno trataba de cobrarse cumplida venganza de las travesuras a las que el otro le había sometido la semana anterior. Esos meses fueron sexualmente muy intensos, con largas sesiones de sexo oral, provocaciones, ataduras, sexo anal, pinzas y otros excitantes juegos.
El domingo por la tarde, la parte dominante daba fin al
juego y hacíamos el amor lentamente, permitiendo el goze simultáneo.
Rápidamente noté que Laura disfrutaba mucho más de su faceta
dominante que de sus periodos sumisos.
A las pocas semanas, introdujimos un cinturón de castidad en
nuestros juegos. Al principio, solo me lo hacia poner en los momentos en los
que teníamos juego sexual durante su semana de dominante. Un día me dijo que
quería tenerme encerrado durante toda la semana, guardando ella las únicas
llaves. Yo accedí como parte del juego.
A los dos días me dijo que encontraba aburrido saber que el domingo acababa todo y que había decidido cambiar las normas.
-
Sabes que tu lengua me encanta Sergio,
pero quiero que te esfuerces más. Para que te libere y te teje correr una vez,
deberás darme a mí 20 buenos orgasmos.
Llevo 22 días encerrado y rogándole contínuamente a Laura
que me deje hundir mi cabeza entre sus piernas. A ella le encanta que se lo
haga de rodillas, mientras ella está cómodamente recostada en el sofá.. A
menudo me hace parar y mira, divertida, como el cinturón que me aprisiona
contiene mi excitación.
-
Estas caliente, ¿verdad cielo?- me dice
mientras acaricia o golpea suavemente mis testículos hinchados y expuestos – Que
penita. Pues cómeme bien y ya te faltará menos.
Una vez lograda la meta, debo esperar su decisión.
-
Mmm. Ha sido un orgasmo normalito,
cariño. Este no cuenta. Te siguen faltando 9. Masajéame los pies un rato
mientras veo la tele y a lo mejor esa noche te dejo volver a intentarlo.
Yo me esfuerzo muchísimo en intentar complacerla totalmente.
Yo creo que los orgasmos a los que llega conmigo son muy intensos, pero ella se
muestra cada vez más exigente y me cuesta mucho añadir un punto que me acerque
a la meta fijada para mi liberación.
Esta mañana la he despertado con una larga sesión de
caricias y besos por todo el cuerpo y ha tardado más me media hora en permitir
que empezara a lamerla. Tras quedar satisfecha, ha estado muy mimosa y
juguetona. Al final, me ha hecho una propuesta que me he dejado helado
-
Cariño, quiero probar el sexo con otro
hombre
-
¿Qué estás diciendo? – le he dicho
sobresaltado
-
Sí, me apetece mucho. Y sé que Jaime, el
compañero del trabajo del que te he hablado, está loco por darse un revolcón conmigo
-
¿Y tú también quieres? – pregunté incrédulo
-
Mmmm, si –rió- lo encuentro muy atractivo
y tan ... macho.
-
Esto se sale mucho de lo que habíamos
hablado. Nunca hubiera imaginado que quisieras engañarme
- No voy a engañarte, cielo. Lo que quiero es que tú mismo me pidas que me acueste con Jaime.
-
Eso nunca – respondí, casi con lágrimas
en lo ojos
-
Claro que lo harás – me susurró dándome
un tierno beso - Me vuelve loca la idea de que me pidas que te haga cornudito,
cielo. Y me encanta que te resistas porque al final cederás. Recuerda que tengo
las llaves de tu placer. Es cuestión de tiempo.
Y su mano aprisionó fuerte mis testículos haciéndome sentir
totalmente indefenso y bajo su poder.
Me encanta este relato
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