miércoles, 28 de octubre de 2015

Matrimonio en castidad. La canonización de los padres de Santa Teresita.

La canonización de los padres de Santa Teresita – Zélie y Louis Martin – se llevará a cabo este domingo.
Santos Louis Martin y Zélie Guérin, padres de Santa TeresitaEste matrimonio ejemplifica, al igual que todos los santos matrimonios católicos, el papel integral y necesario de la castidad en el matrimonio.
Los verdaderos matrimonios cristianos son castos, y los matrimonios castos, son siempre santos. La reafirmación de la enseñanza de la Iglesia sobre la castidad en el matrimonio, y los esfuerzos prácticos, valientes y sabios, para re-evangelizar a los laicos católicos en este punto. No me sorprende para nada que el tema de la castidad conyugal no tenga el mismo énfasis en la actualiad.
Sólo recordar el título de la gran encíclica del Papa Pío XI de 1930 sobre el matrimonio, Casti connubii “Del matrimonio casto”, que en numerosas ocasiones alaba la sabiduría de Dios contenida en esta “comunión casta y sagrada de la unión nupcial”.
Los Papas Pío XII, Pablo VI, San Juan Pablo II, escribieron todos bellamente alabando la grandeza y la santidad de los matrimonios castos. Pero hoy, después de medio siglo de una radical transformación sexual de nuestras sociedades occidentales, los matrimonios castos son encontrados, o entendidos, rara vez, incluso entre los cristianos, y por desgracia, incluso entre muchos líderes de la Iglesia.
Cuando Pío XI escribió su encíclica sobre el matrimonio casto, estaba respondiendo a la revolución sexual ocurrida en la Iglesia de Inglaterra que acababa de dar la aceptación moral de la práctica de la anticoncepción en la Conferencia de Lambeth. Hoy en día podemos ver fácilmente, si tenemos ojos para ver, los efectos devastadores de la anticoncepción en el matrimonio y en la sociedad: el terrible fracaso de la fidelidad conyugal, la ruptura del amor conyugal que conduce al divorcio y el trágico suicidio demográfico de casi todos los países occidentales que han adoptado la anticoncepción como una forma de vida tanto dentro como fuera del matrimonio. Gran parte de esta devastación fue presagiada por el Papa Pío XI y fue actualizada tanto por el Papa Pablo VI como por San Juan Pablo II. Lo que ellos profundamente entendían era la íntima conexión entre el estilo de vida con anticonceptivos y la destrucción de la castidad en el matrimonio. Por desgracia, esta estrecha relación no siempre es entendida por los líderes de la Iglesia. Y más lamentablemente, el valor de la castidad en sí ha sido profundamente debilitado, tanto dentro del matrimonio como en la vida de soltero. Hace algunos años me encontré con una declaración editorial de 1931, del editor del Washington Post, un laico metodista, que entendió esta conexión en detalle tan bien como lo hizo el Papa Pío XI. Este laico perspicaz concluyó que la decisión de las principales confesiones protestantes para aprobar la anticoncepción, produciría un desastre moral y espiritual: “Llevado a su conclusión lógica, el informe de la comisión, si se lleva a cabo, sería la sentencia de muerte del matrimonio como una institución sagrada mediante el establecimiento de prácticas degradantes que estimularían la inmoralidad indiscriminada”. También comprendió que la anticoncepción destruiría todo lo santo de la vocación matrimonial, y el mundo conduciría inevitablemente a una inmoralidad indiscriminada, sin castidad, tanto dentro como fuera del matrimonio. Él tenía razón, al igual que los Papas, fue un profético primer acuerdo ecuménico. Me hace sospechar que la mayoría de los asistentes del Sínodo de la Familia, con excepción de algunos obispos honestos y observadores laicos, le hayan prestado muy poca atención al tema de la anticoncepción en el documento final del Sínodo de 2014, como si se solo fuera un problema menor que afecta al matrimonio cristiano. Sin embargo, todas las encuestas religiosas nos dicen que una gran mayoría de católicos en gran parte de los países occidentales, han rechazado la enseñanza constante de la Iglesia sobre la inmoralidad de la anticoncepción. Eso significa que la falta de castidad se ha convertido en una característica dominante del matrimonio cristiano contemporáneo. Entonces surge una pregunta, ¿cómo puede este Sínodo esperar hacer un impacto real sobre la renovación del matrimonio cristiano y la vida familiar, si se niega a reconocer la importancia central de la castidad en el matrimonio y el impacto de la práctica anticonceptiva en la virtud conyugal? El hecho de que un solo matrimonio, la sagrada unión de Zélie y Louis Martin, hayan podido producir tres santos – y tantas vocaciones a la castidad virginal – no es ajeno a la práctica de las virtudes heroicas de la castidad de los padres. Esto ha sido a menudo la historia de matrimonios santos en la historia de la Iglesia. Si el matrimonio está en problemas hoy en la Iglesia Católica, y si las vocaciones a la vida religiosa y el sacerdocio también tienen dificultades, sin duda la crisis de la castidad conyugal es la raíz de este problema. Sospecho que si usted realizara una encuesta a todos los Papas desde San Pedro, estarían de acuerdo con esta afirmación. Esperemos que estas canonizaciones también tengan algún impacto en las deliberaciones finales del Sínodo. Es casi seguro que tendrán un impacto en la vida de la Iglesia. Por eso, gracias Papa Francisco. Acerca del autor: El Padre Mark A. Pilon

Nota de control de castidad: El casto matrimonio tuvo 9 hijos y el marido era 9 años mayor que la esposa.

1 comentario:

  1. Ojo: la castidad en el matrimonio católico no es sinónimo exacto de abstinencia sexual. Significa que la sexualidad va orientada a dos fines: la procreación (dentro de los límites de la paternidad responsable: es decir no es obligatorio lo de "los hijos que Dios traiga") y la unión de la pareja.
    Cuando el sexo se orienta exclusivamente a la consecución del placer egoísta sin tener en cuenta a tu pareja, atenta contra el amor al otro y deja de ser un sexo casto.

    La castidad sí es equivalente a abstinencia antes del matrimonio (guardarse para tu futura pareja), y en todos aquellos periodos de la convivencia marital donde uno de los dos no puede o debe tener sexo completo.

    La regla de oro es: pensar siempre (y en primer lugar) en la persona que tienes a tu lado, y en el bien común del matrimonio.

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