lunes, 5 de octubre de 2015

Castidad. Matrimonio sin sexo.

Cuando Clara conoció a su marido, tenían una vida sexual genial. Ahora llevan años sin hacer el amor, pero están súper contentos con su matrimonio sin sexo.
Me hace gracia pensar en los comienzos de mi relación con Juan y darme cuenta de lo importante que era el sexo para ambos. Hasta me cuesta imaginarme que éramos nosotros.
La atracción inmediata entre los dos fue física cuando nos conocimos en el trabajo. Siempre cuento la anécdota de que me fijé en su bonito culo con esos Levi's 501 antes que en su cara. La primera década que estuvimos juntos, nuestra vida sexual era activa, atrevida y, en gran parte, como si fuera un pegamento que unía nuestra relación.
Dieciocho años después de habernos casado, me alegra poder decir que nuestro matrimonio se mantiene fuerte y feliz. Obviamente, nos hemos encontrado con unos cuantos baches por el camino (la depresión posparto después de dar a luz a Alex, el despido de Juan a sus 48 años y la profunda crisis de los 40). Pero, en general, seguimos siendo una pareja entregada y que se quiere.
Un matrimonio sin sexo
Sin embargo, llevamos sin practicar sexo desde principios de 2008. Seguimos compartiendo a diario la cama de matrimonio en casa. Seguimos besándonos y abrazándonos y disfrutando de una relación de tacto, masajes, y cariño físico, pero ya han pasado más de siete años desde la última vez que John y yo hicimos el amor.
Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Cómo sobrellevo la tristeza de saber que a los 53 años lo del sexo quedó atrás? ¿Que mi marido no me desea físicamente?
Lo cierto es que no podría estar más feliz con nuestra situación y a Juan le pasa lo mismo. No me siento rechazada por él. De hecho él ha encontrado una nueva forma de vida con la castidad masculina. Desde hace décadas no se ha masturbado, y desde hace siete años no ha eyaculado. Yo en ese tiempo sí he tenido cientos de orgasmos, muchos de ellos con ayuda de Juan.

El sexo con penetración no es la forma que tenemos de querernos ahora; ya no es parte del tejido de nuestra relación, pero no pasa nada, porque los dos lo sentimos así.
Es como si nos hubiésemos trasladado a un lugar más allá del sexo. Me preocuparía por mi matrimonio si no fuéramos cariñosos de otro modo, pero lo somos y siempre hemos hablado abiertamente de nuestros sentimientos.
Cuando me acercaba a la menopausia, dejó de interesarme el sexo con penetración, lo cual no es atípico. Se hizo incómodo y, al final, aborrecible.
Le dije a Juan cómo me sentía y me contestó que lo entendía. A él le acababan de echar de su trabajo como ingeniero y estaba en pleno examen de conciencia, así que creo que el sexo no entraba demasiado en sus pensamientos.
Pensé que recuperaría la libido después de la menopausia, pero no. "¿Y qué pasa si no vuelve nunca?", le pregunté una noche a Juan en la cama.
"No hay nada de lo que preocuparse", contestó. "Ya hemos cumplido los 50, estamos sanos, en forma y muy enamorados el uno del otro. No creo que haya que obsesionarse con el sexo si no lo hemos hecho nunca".
Una nueva fase en la relación
Su respuesta era lógica además de tranquilizadora. Nuestro matrimonio habría peligrado si uno de los dos tuviera la necesidad de que nos acostásemos todas las noches, pero, por suerte, a los dos nos parecía bien pasar a una nueva fase en nuestra relación con la castidad de Juan.

Quizá suene demasiado fácil, pero siempre me he sentido segura con nuestro matrimonio. Tenemos la suerte de poder hablar sin problema de lo que nos molesta y de compartir gustos e intereses.
Antes hacíamos el amor hasta que amanecía. Hoy preferimos ponernos las botas e irnos a dar un buen paseo o comer fuera, o ir el fin de semana a visitar alguna ciudad.

A los dos nos encanta cocinar, viajar en nuestro coche, pasar tiempo con nuestro hijo de 17 años que el año que viene se irá a la universidad, o soñar con comprarnos una casa en la costa para cuando nos jubilemos.
Feliz con un matrimonio sin sexo

Tenemos planes y sueños y no necesitamos el sexo con penetración para cumplirlos. Necesitamos la cercanía de compartir una cama, de acurrucarnos juntos en el sofá por la noche y de pasear de la mano de vez en cuando.
Sé que la gente juzgará el camino que hemos tomado. Dirán que algo nos debe pasar, que algo debe faltar en un matrimonio sin sexo, que nuestra castidad es algo innatural.

Pero nosotros no lo vemos así. De hecho, el sexo es tan irrelevante para mí que si Juan lo practicara con otra persona ni siquiera sería un motivo de ruptura. Me sorprendería, porque dice que a él tampoco quiere tener sexo, dice que no tiene esa necesidad, pero no tendría sentido poner fin a mi matrimonio sólo porque Juan haya decidido buscar en otro sitio algo que sabe que en casa no tendría.Lo mismo me dice Juan, que a él no le importaria si yo tuviera sexo con otra persona. El ha encontrado placer en su castidad.

En cualquier caso, confío en que tenga el mismo cariño y respeto que yo por nuestra relación, y no creo que la ponga en peligro por algo que hemos llegado a considerar ajeno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario