sábado, 12 de septiembre de 2015

Relato - El Viaje - Partes 4 y 5

4. Dani
Al levantarme por la mañana noté que Ángela ya no estaba a mi lado, se había vestido y desayunaba sola en el comedor. Estaba bellísima con aquel traje azul.
  • Buenos días, cariño. – dijo ella con una actitud ambigua – siéntate aquí, anda.
Medio dormido, me senté a su lado en la mesa cuadrada del comedor.
  • ¿Has pensado en lo que te dije ayer?
  • Sí. Acepto tus reglas.
  • Pero, ¿te das cuenta por qué son necesarias, no?
  • Sí, es lo más razonable. – dije convencido
  • Así me gusta. Mira, te he preparado un horario para que no te pierdas en tus tareas diarias. – dijo pasándome un cuadro.


En el horario aparecían todos los días de la semana. Dos días de colada y planchado. Cada día la limpieza del cuarto de baño y la limpieza de una estancia. Cocina y lavar los platos.
  • Parece mucho…
  • Eso está chupado, nene. Ya verás como pronto te acostumbras. Tienes tiempo para trabajar e ir al gym perfectamente.
  • Lo intentaré.
  • No, lo harás. – dijo poniéndose seria y lanzándome una mirada asesina. La verdad es que algunas veces un extraño genio que salía de su interior lograba desestabilizarme.
Tras mirar el papel y observarlo con detenimiento, mi mente se fue por otros derroteros al recordar la otra regla.
  • ¿Y qué hay de la otra regla?
  • Sólo podrás tener orgasmos cuando yo te lo diga. A partir de ahora yo gestionaré tu vida sexual para que se vuelva más sana. No podrás tocarte hasta que no te avise, y dependerá de lo bien que te portes. – dijo ella sonriente
  • ¿Eh? – esto últimamente me incomodó un poco
  • Así que ya sabes, a dejarlo todo reluciente y a hacerme caso. Ah, que se me olvida, por favor, cómprame compresas y tampones, por favor.
Y así se fue de la casa tras desayunar. Yo me vestí y me fui casi al mismo tiempo que ella. Aquel día no tenía que trabajar así que decidí bajar al supermercado a comprar artículos de limpieza, guantes y delantal incluidos. No quería cagarla más y puse todo de mi parte. Mientras pasaba mis artículos, la cajera me miró con una sonrisa, como si adivinara toda la historia. Artículos de limpieza y tampones…seguro que pensaba que era un calzonazos.
Al llegar a la casa, me dispuse a hacer la colada. Algunos artículos como su lencería fina la lave en un cubo a mano. Repasé sus zapatos, tendí e incluso comencé a atreverme a planchar sus trajes. Por ahora todo iba bien. Ahora, para la limpieza del comedor y cocinar me probé el delantal. Me miré al espejo y no me vi mal, aunque no podía evitar sentirme menos hombre. Maldito ego machista…todavía tenía mucho que aprender.
Así pasaron los días y comencé a tratarla como toda una reina. Me acostumbré a preparar el desayuno y la cena (ella comía en el trabajo), y la casa se veía más limpia que nunca, cosa de la que me enorgullecía.
  • Estás hecho todo un amo de casa, nene. Si lo llego a saber antes…
Pero un día llegó el desastre. Ese día tampoco había tenido que ir a trabajar. Y como había terminado mis tareas de forma rápida, encendí el ordenador y no sé cómo, de pronto me vi navegando por páginas porno de dominación, y con un bulto en mi entrepierna que no me dejaba pensar. Apenas llevaba dos días desde que había tenido sexo con mi chica, pero mis antiguas manías parecieron florecer y no pude evitar masturbarme con un vídeo donde una dominante escupía a la cara de un humillado sumiso. Decidí esconder mi pequeño secreto y volver al trabajo doméstico. Aquel día me esmeré más de lo normal.
Ángela volvió por la noche y tras cenar, como algunos días, la dejé en su despacho trabajando. Yo me fui al comedor y leía una revista cuando, de pronto, oí un rugido desde el fondo del pasillo, y ella se acercó a toda prisa al comedor.
  • ¡Serás cerdo! ¿Creías que no me iba a enterar?
  • No sé de que me estás hablando…
  • No me fiaba de ti y aquí tengo la prueba - dijo mostrando una cámara oculta tras un cuadro.
Me quedé estupefacto, seguramente había visto mi masturbación aquella mañana.
  • Lo siento, cariño, de verdad…no lo haré más.
  • Me siento engañada…eres un cerdo. – dijo indignada - ¿Tanto te cuesta serme fiel?
Esto último no lo entendí, pero decidí callar y dejar que pasara la tormenta.
  • Esto se va a acabar. Dame la contraseña de tu portátil.
  • Eso no, Ángela, sabes que es privado mío…
  • Si quieres seguir en esta casa se te acabó esa privacidad. A saber lo que haces con el ordenador.
Huelga decir que acabé diciéndole la contraseña, que fue cambiada inmediatamente. Desde ese momento sólo me permitiría usarlo una hora como máximo al día y siempre que ella estuviera delante, ya que ella era la que introducía cada vez la enigmática clave.
  • Esto no queda aquí. Tomaré nuevas medidas y más te vale cumplirlas. Si no, fuera.
Me quedé con los ojos como platos cuando la vi alejarse con mi portátil. Aquella noche tuve que dormir en el sofá, mientras mis ojos se cerraban me fijé que la luz de su oficina seguía encendida. Ángela parecía tener una conversación con alguien. No le di más importancia y el sueño me pudo.
Era ya por la mañana cuando noté que me daba un golpecito en la cabeza.
  • Vamos levántate, dormilón. A hacer el desayuno, que me tengo que ir dentro de nada.
Tras unos instantes amodorrado me levanté y casi automáticamente me dirigí a la cocina a preparar el desayuno. Mientras estaba exprimiendo zumo de naranja con mi delantal puesto, noté como ella se acercaba, melosa y me abrazaba por la espalda. Yo iba vestido con un pijama corto, de verano, fino, que no pudo evitar dejar a la vista mi incipiente erección al notar sus labios en mis orejas y una de sus manos acariciarme el trasero.
  • Perdona si ayer me puse más nerviosa de lo normal, pero me dolió mucho que me desobedecieras. Pero sé que necesitas una ayudita y para eso esto yo aquí. Llegaré un poco más tarde, pero esta noche probaremos algo nuevo. – dijo ella pícaramente apretando mi paquete desde atrás.
No miento si aseguro que con ese desayuno no pude dejar de pensar en la noche en todo el día ¿cuál sería la sorpresa que me tenía preparada?
5. Ángela
- Podemos hablar con tranquilidad, él desde aquí no nos oye. Como te contaba, hice lo que me aconsejaste...no lo quería creer, pero el muy cerdo tardó poco en empezar a pajearse otra vez en el sofá... - dije echando una mirada a la puerta que daba al comedor.
- Ja, ja. Chica no te sulfures, todos los tíos son iguales, como animales. Se ahogan en un vaso de agua. Para eso estamos nosotras, para encarrilarlos.
- Ya, pero ahora no sé por donde tirar. La verdad es que estos días se está portando tan bien, parece que va asumiendo su nuevo rol... - acabé con un suspiro
- No te dejes engañar, le has puesto un ultimátum y él ha reaccionado cagado de miedo. Pero esto será temporal si no sigues tomando decisiones e imponiéndote.
- ¿Qué me aconsejas? - pregunté dubitativa
- Cariño, lo primero que tienes que hacer es quitarle todos esos medios de pornografía que tiene en casa: revistas, películas, ordenador, teléfono. Pon tus propias claves. Es como un niño pequeño, dile cuando puede y cuando no puede hacerlo. Recuerda que tú mandas. Si te haces la ofendida te garantizo que no pondrá objeción.
- Ya, pero eso no me quita que siga cascándosela...si lo hubieras visto, la cara que tenía...brrr ¡como un mono en una jaula! El ahí cascándosela y yo currando todo el día.

Comencé a encenderme ¿cómo podía ser tan egoísta Daniel? Quería creer que él no era antes así pero, ¿y sí el atontamiento inicial de la relación me había vuelto ciega y siempre se había comportado así? Definitivamente cada vez creía más en lo que me decía Lilith, los hombres eran todos unos animales asalvajados. Y encima el tío hartándose de pajas y dejándome después a mi a medias...mmm más contras que pros, sin duda.
- Bueno, bueno... - dijo Lilith intentando calmarme – Vamos a ponerle remedio, ¿puedes quedar mañana por la tarde? Puedo prestarte una cosa que te vendrá de perlas.
- ¿A qué te refieres? - dije intrigada
- ¿Has oído hablar de los cinturones de castidad o CBs?
>> Cinturones de castidad...<< No sabía porqué pero la imagen me traía a la mente una doncella medieval con unas bragas metálicas y una cerradura en el centro.
- Son como unos trastos de tortura para no tener sexo, ¿no?
- Je, je, algo así. Verás, han evolucionado mucho y ahora los hay tanto para hombres como para mujeres. Son ligeros y pequeños, y a algunos se les pueden acoplar accesorios como pinchos o dispositivos eléctricos. Los hay de varios materiales y tamaños. Algunos no les permiten tener una erección, otros sí.
Mi mente calenturienta no pudo evitar imaginármelo de rodillas, desnudo, con uno de aquellos aparatos puestos y pidiéndome clemencia para que le dejara tocársela.
- Parece muy interesante... - dije interesada
- Estoy dispuesta a prestarte uno y explicarte como usarlo. Cuando pase un tiempo vosotros mismos podréis comprar uno a vuestra medida.
- Genial, muchas gracias.
- Dime, ¿cómo la tiene de grande? - dijo Lilith como si hablara de lo más normal del mundo.
Me quedé callada, creo que incluso me sonrojé. Me daba un poco de corte hablar de estas cosas con una extraña.
- Pues, no sé...normal...
- Es decir, pequeña, ¿verdad? ¿doce centímetros?
- Mas bien, once.
- Buff chiquilla, yo no sé como te has apañado antes...yo esa creo que ni la sentiría.
- Es cierto que no es el chico con el pene más grande con el que he estado, pero me compensan otras cosas.
- Eso espero, y más que te va a compensar por la cuenta que le trae. Pues mira, para empezar te prestaré uno de silicona. Se llama BirdLock y es fácil de poner y limpiar. Arriba le pones un candadito y listo.
- Mmm y con eso, ¿podrá mear, no? ¿Y lavarse?
- Sí, te lo explicaré todo mañana. Quedamos en mi casa si te parece bien.
Su casa. Me parecía que todo estaba yendo muy rápido. Pero ya no podía dar marcha atrás. Sentía atracción por tirarme a la piscina.
- De acuerdo, dame la dirección.

Mañana sería un día muy muy interesante, je, je.

No hay comentarios:

Publicar un comentario