Pues eso controlar su castidad. Pedir la opinión o permiso a la pareja sobre si el hombre eyacula en una relación. Es un juego muy erótico para parejas. Y se pueden añadir muchos tipos de ingredientes al juego, como dados, decisión aleatoria, o por plazos, o ligado a cumplimiento de determinadas acciones u objetivos, etc. Que un hombre acepte que sea su pareja la que decida si orgasma,
o no, y, si lo hace, cuándo, cómo y en qué
condiciones. Como todo
juego, se ha de creer, y se ha de ser libre para jugar, nada forzado, ya que requiere la implicación del hombre que tendrá que esforzarse en controlar sus orgasmos, llegando cerca del punto de no retorno sin pasarse. Si se juega obligado no tiene ni gracia ni sentido.
En una relación a distancia donde la mujere le pida al hombre “te prohibo
masturbarte”, ella ha de tener una fé inmensa en que el otro lo
cumpla. Si lo hace, es porque le da morbo el hacerlo, entra en ese nivel
de entrega.
Si quieren pueden adquirir una jaula de castidad para jugar a esto a distancia.
El
tema de orgasmar para un hombre no es baladí. Por mucho que hayamos oido sobre
que no es necesario el sexo genital, es evidente que hay un componente
de tensión sexual. Y esta tensión sexual es la que ejerce de fuerte hilo
conductor de una relación.
Pongo un ejemplo, no es lo mismo que un hombre te haga un cunilingus sin haberse corrido que una vez hecho.
Hay también la opción en el juego de que la mujer le diga a su pareja que no quiere que se corra nunca, o casi nunca, o bajo determinadas condiciones, llevar esto mismo al extremo; no dejando correrse nunca, o casi
nunca, es imposible. Pero produce una gran tensión o necesidad sexual en el hombre que su líbido se dispara a niveles nunca vistos antes. Se ofrecerá a dar placer sexual a su pareja en todo momento, etc.
Elise Suton, es de las que aconsejan a las mujeres que no se corran
nunca los hombres porque así están locos de deseo y pierden la capacidad
analítica, siendo, por tanto, más sumisos y obedientes. Es una pura ley
física; si tienes la polla ardiendo todo el tiempo haces lo que te dice una
mujer sin requistar.
Este extremo de no eyacular nunca también se emplea en la religión, donde masturbarse es pecado y el voto de castidad es ampliamente prácticado por religiosos.
Muchas doctrinas de diversas
religiones declara que el sexo es pecado, eres culpable, no te la toques, no folles
fuera del matrimonio y entre una cosa y otra estás entretenido y no te
cuestiones si una mujer casada que pare puede seguir siendo virgen.
Entre
ambos términos está el punto medio; jugar con el orgasmo y el control
del mismo, sí, pero como un “instrumento” más de juego.
A este respecto hay incluso la
parafernalia de los cinturones de castidad, que nutren todo buen ajuar del tema sexual que toda pareja debería tener. En fin; de mil
formas que hacen que no deje de ser una práctica más, una forma más de
expresar y disfrutar en pareja.
De
forma personal, entiendo que no tener la
capacidad de decidir si me puedo correr o no, ya de por sí es excitante. Si me entrego a la pareja, me entrego, y si me pide que no me masturbe nunca, pues no lo hago. Y, este juego no se trata de una práctica de BDSM, aunque muchos de sus prácticantes también empleen este juego, donde la mujer adopta el rol de dominante y el hombre de sumiso.
El juego se trata de que en muchas ocasiones no sea el hombre le que siempre se corra, se trata de justo lo contrario, que la mujer se corra, no el hombre. El “retrasar” el orgasmo masculino en el tiempo hasta el infinito es un gran estimulante. Y se puede hacer en base a esa capacidad de entrega de la que hemos hablado,
de esa adrenalina tensa, de ese vínculo mental, de ese
karma para el que no hace falta el sexo genital.
Y si al final se el hombre se corre, sus orgasmos son mucho más intensos al
“liberar” una mayor tensión, y por la mayor adrenalina acumulada. No sé si me
explico bien.
Quien lo probó lo sabe.
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